El título da la
clave de lo que ha sucedido hoy en el Congreso: Una brillante derrota de Pedro Sánchez, la segunda gracias a Podemos. ¡Me alegro!, porque lo último que necesita España es un nuevo Frente
Popular plagado de extremistas, felones y manirrotos que, de haber logrado la
formación de gobierno, no hubieran tardado en atropellar aún más los derechos, la
fiscalidad y los sentimientos de los españoles.
Es decir: 1) Obligarnos
a aceptar (decreto en mano) unas repulsivas leyes de “género”, reforzadas a
favor del nazi feminismo con la excusa de eliminar un supuesto hetero
patriarcado. 2) Desvanecer la idea de España y su unidad en favor de esa “nación
de naciones” según la cual cualquier villorrio tiene derecho a decidir su
independencia. 3) Subirnos los impuestos al mismo nivel que alcanzan los
termómetros en el verano, de sensación asfixiante y llevándose hasta la última
telaraña de nuestros bolsillos.
Y un gobierno
así, entre dos personas (Pedro y Pablo) que se detestan a muerte, no puedo ni
imaginarme la cantidad de fechorías que hubieran perpetrado en el caso muy
improbable de que durase cuatro años. Sin duda hubiera sido un desbarajuste de Ejecutivo,
lastrado por ególatras dispuestos a sobresalir en ocurrencias con tal de
destacar de su rival. Eso sí, ocurrencias con el dinero de todos. En fin, aún
tienen otra oportunidad dentro de dos meses, ¡ojalá la pierdan también! Las
preguntas serían: ¿Para entonces se habrá atenuado la animadversión entre los dos
odiadores profesionales? ¿Se habrá disipado entre ambos la idea de que “solo
puede quedar uno”?
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