A diferencia de Rajoy, que a
fuerza de no hacer nada parecía que gobernaba en la clandestinidad, Sánchez es
un tipo saltarín (de aeropuerto en aeropuerto) que a su modo, y con el
exclusivo fin de conservar la poltrona hasta el 2030 (casi lo dijo así), gobierna
por tierra, mar y aire. Sobre todo por aire, sustancia gaseosa que envuelve la
Tierra y en la que este pájaro de cuenta usa la mayor desvergüenza a la hora de
alterar el rumbo respecto a su decisión anterior.
Pues bien, Falconetti posee otro distintivo que pudiera denominarse “a lo tahúr” y que consiste en pedirle
a su Gabinete la práctica de tres o cuatro filtraciones por minuto, unas
encaminadas hacia el Nordeste, a fin de acongojar a los catanazis, y otras en
sentido contrario pero que incluyan siempre la palabra “diálogo”, comodín de
cuanta marrullería se intercambian los golpistas y los social-felones.
Pongamos un ejemplo:
–Oye Iván (jefe de Gabinete de
Perico), filtra que vamos a convocar elecciones el domingo de ramos y veamos
qué reacción provoca en los tontitos de la Generalitat,
a ver si pican y apoyan los presupuestos.
–¿Y si no se lo creen,
Presidente?
–En tal caso no se pierde nada y enseguida
lo desmentimos con rotundidad. Piensa que esto es como el póker, lo importante
es que el rival no conozca nunca tus intenciones ni las cartas que llevas.
–Ya, pero es que a nosotros nos
pasa lo mismo con ellos. Sabemos que te prefieren a ti como Presidente, pero de
ahí a aceptar gratis total tus presupuestos, como deduzco, sin duda media un
buen trecho.
–Cierto, por eso no he tardado ni
24 horas, una vez concluido lo de Colón, en dar la voz de alarma, “que viene la
derecha”, para que reflexionen hasta el miércoles si no quieren que antes de
tres meses les llegue un nuevo 155 y se queden en paro. Esto es igual que la
última mano de una partida, cuando te juegas el resto: Mi renuncia a las
elecciones inmediatas contra vuestro amén al presupuesto.
Y fuera de un diálogo tan de
besugos, admito que el ejemplo tiene un fallo: Los personajes de Iván Redondo y
Pedro Sánchez no son creíbles. En la vida real el listo es Iván (tal vez más de
la cuenta) y el tonto de los cojones es el otro. Y es que en el caso de Sánchez
no se sabe que es peor, si su falta de cacumen o de escrúpulos, de ahí que la
martingala sea más propia de Redondo, ya que a Sánchez, sea una tesis doctoral
o un libro de memorias, hay que dárselo todo “mascao”.
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