miércoles, 6 de febrero de 2019

Entre la ira y el asco



Decía el clásico que el alma se divide en tres partes: mente, sabiduría e ira. En el caso de Pedro Sánchez, un sujeto que carece de alma, su mente se reduce a un único residuo: el ego, a partir del cual todo defecto que se le atribuya responde a las actitudes que ha venido demostrando y que culminan con la mayor de las fechorías posibles en un gobernante: la traición a la patria que prometió defender al tomar posesión del cargo.

“Cargo”, he aquí la palabra clave en la naturaleza de Sánchez. Necesita angustiosamente mantenerse en el poder y no le importa qué precio deba pagar para lograrlo. ¡Habrá mayor ejemplo de espantajo que un traidor capaz de ofrecer a los golpistas el mercadeo de la Nación española! Pues bien, que se sepa: El sentimiento que me despierta un felón de semejante calaña, cuya magnitud es fácil de calibrar entre lo que se sabe y lo que se sospecha, se mueve entre la ira que siento hacia él, a causa de su deslealtad hacia España, y el asco que me produce cuando observo la repelente imagen de tan redomado hipócrita.

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