Pablo Caso es un
político de primera fila. Ahora mismo creo que es el que tiene más posibilidades
de recibir mi voto en las generales. Ya veremos, porque no lo tengo claro del
todo respecto a ningún partido del ala derecha. Eso sí, los del ala izquierda o
nacionalista se pueden ir a tomar por saco “tots plegats”, valga el catalanismo
adquirido sobre el terreno a lo largo de 40 años.
Ahora bien, le
veo un inconveniente para que se haga con las riendas de ese PP moribundo que
le dejó su indolente antecesor: A Casado le falta instinto “asesino” para
eliminar esas rémoras territoriales que juegan a “la puteta y la ramoneta”, otro
dicho muy interesante catalán que significa algo así como: Estar en el plato y
en las tajadas o practicar un doble juego, lo que motiva cierta decepción en el
votante tradicional y le hace huir a Ciudadanos o a Vox, más al segundo, lo
cual no es malo en sí mismo, pero fragmenta en exceso a la derecha. Casado
carece, además, de un segundo o tercero de abordo, a lo Álvarez Cascos
(conocido en su día como “El general Secretario”), que sea capaz de imponer el
orden jerárquico en el partido o darles puerta a los levantiscos. Maroto, como
secretario de organización, pide a gritos su reemplazo.
Cuando hablo de
rémoras territoriales, me refiero esencialmente a esos barones, como los de
Galicia, Baleares o País Vasco (tal vez algún otro), que tienen bastante más
de nacionalistas que de liberal-conservadores, como lo evidencia el
hecho de que se resisten a aplicar la libertad de educación y de idioma, dos
asuntos que la Constitución deja nítidos y sin embargo es una parte de la ley a
la que ellos hacen caso omiso. Y lo que es peor, esos artículos
constitucionales han quedado suplantados, irregularmente, por el articulado de sus
respectivos estatutos autonómicos, que dicen lo contrario y suponen acogerse no
a sagrado, sino a pura rebeldía política e interesada en conservar así el poder
que ya poseen o esperan lograr envueltos en nacionalismo.
Son gente, algunos
barones regionales del PP, a los que les falta por completo altura de miras para
comprender que España debe ofrecer a todos los ciudadanos las mismas
oportunidades, entre las cuales no figura esa opción tan abominable como es la
enseñanza doctrinaria mediante un idioma impuesto y en desacuerdo frontal con
los padres del niño o el joven alumno. Por semejantes razones, te pido a ti,
Casado, que lo antes posible hagas una buena escabechina de cuantos en tu partido se opongan al
cumplimiento de la Ley. Debería influir en ti, para armarte de valor, el espíritu
de lealtad que posees hacia España y hacia los españoles todos.
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