La frase del título, 100%
totalitaria, la ha pronunciado Torra y la ha disfrazado de democracia para
justificar la rebelión nacionalista que acabó en un triple golpe de Estado: 1.
Contra el Parlamento de Cataluña y la propia Generalitat, que forman parte de las instituciones del Estado. 2.
Al alterar por las buenas el Estatut
catalán, para cuya reforma se precisan dos tercios de los diputados
autonómicos. 3. Contra la unidad de España (fijada en la Constitución), puesto
que declararon (y firmaron) un documento que proclamaba la República catalana,
independiente a todos los efectos.
Para que se dé la democracia en
un territorio, sea el que sea, lo primero que se precisa es que los ciudadanos
cumplan la ley, muy especialmente los miembros de las instituciones de ese
territorio. Si no gusta la ley, que trate de reformarse mediante el
procedimiento que la propia ley prevé. Pero sí, como excusa dictatorial, se
pone la voluntad de la gente por encima de la ley, que es lo que ha sucedido en
Cataluña desde la Transición para acá, entonces está claro que no existe la
democracia.
Por otra parte, cuando se habla
de la voluntad de la gente, ¿a qué gente se refiere Torra? Si descartamos por
ilegales y engañosos los dos últimos referéndums, la única consulta legal que
se conoce en Cataluña es la que decidió sobre la reforma del Estatuto en vigor
(año 2006), que arrojó una participación inferior al 50% sobre el censo y que
fue aprobado por un exiguo 36% de los catalanes con derecho a voto, lo que en
cualquier país realmente democrático hubiera supuesto el rechazo del nuevo
Estatuto.
De donde se deduce que la deriva secesionista,
después de más de 30 años de adoctrinamiento, jamás ha convencido a la mayoría
de la población catalana y si el actual Govern
se formó con partidos nacionalistas, al contar con dos o tres diputados más que
la Oposición (favorecidos por una ley electoral que prima a unas provincias
sobre otras), desde luego lo que en ningún caso poseía era la mayoría de los votos
populares; es decir, lo que Torra denomina “la gente”. Así, pues, quienes
incumplen las leyes y apelan con falsedades a “la gente”, en realidad no son
más que unos viles golpistas que merecen acabar en prisión, Torra incluido.
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