viernes, 8 de febrero de 2019

Al felón Sánchez no le creen ni los golpistas


En efecto, Sánchez procede a menudo como un tipo nada fiable. Y lo prueba el hecho, entre otros muchos, de que incluso los golpistas catalanes, maestros en toda clase de felonías e intrigas a lo largo de los siglos (quién no conoce la etapa de Pau Claris), no se fían de un sujeto al que ven ya con pie y medio fuera de La Moncloa. De modo que esperan hacerse con un relato (de ahí lo de “relator”) que luego tratarán de vender a su insaciable parroquia cuando les caiga el nuevo 155, que esperemos sea duro, prolongado y desinfectante a más no poder. ¡Caray!, he estado a punto de escribir “desinsectante”, lo cual tampoco encaja nada mal puesto que describe a la perfección lo que es una auténtica plaga de bichos o sabandijas, con una de su madrigueras en la TV3.

Da la impresión de que los golpistas quieran convertir el relato, cuya versión para ellos será tan incuestionable como la catalanidad de Santa Teresa o de Hernán Cortés, en una especie de visado de libre tránsito destinado a la integridad de sus propios pellejos. No sea que Torra, el gentuza en jefe de los no fugados, pongamos por caso, cuando sea un puto ciudadano de a pie como consecuencia del 155, acabe un día rodeado por una manada de CDRs en rebeldía (se sabe que son anarquistas) y reciba su merecido por no haber logrado el fin último del “Procés”: Establecer la soñada independencia de la República (tiranía) catalana.

Pues sí, reconozco que he ido improvisando según escribía (me pasa con frecuencia), si bien ahora que releo las bobadas que he escrito no las encuentro tan bobas y llego a la conclusión de que lograr el ansiado “Salvoconducto” anti radicales descontentos es la finalidad vital (nunca mejor dicho) de esa jauría de golpistas cuyo fin no es otro, por supuesto, que el de evitar que los muelan a golpes. ¡Hombre, eso está bien: golpistas golpeados! ¿No os parece que el asunto encierra cierta justicia poética? Si alguna vez se diera semejante caso en Cataluña, visto el grado de locura que acomete a unos radicales adoctrinados durante más de 30 años, sería tal la expectación levantada en un posible juicio posterior que, como dicen allí: “hauria com per llogar cadires” (habría como para alquilar sillas).

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