Hace años, un admirable
colaborador de Batiburrillo me señaló como un liberal-patriota, que es una modalidad
del liberalismo de las muchas posibles, puesto que cada ser humano lleva a su
manera el liberalismo; eso sí, siempre que no se incluya en la recua hipnotizada
que representa la izquierda sarmentosa, a menudo de ideología agusanada, que niega la
capacidad de cada cual para vivir su propia libertad y está obligado a acatar lo que imponga
el Estado, cuando ellos gobiernan, claro.
Aseguraría que la clave para
sentir el patriotismo digno, que será siempre el que ama lo propio sin odiar lo
ajeno (puesto que a la inversa sería regionalismo xenófobo), consiste en
conocer la historia real de la nación a la que uno pertenece, repito, real. Muy
al contrario de lo que hace el nacionalismo, que se la inventa y adjudica sus orígenes a cualquier personaje universal significado: Hernán Cortés, Miguel
de Cervantes, Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), Teresa de Jesús,
Ignacio de Loyola, Francisco Pizarro, Diego de Almagro, para rematar, entre otras
figuras secuestradas, con la apropiación de Leonardo
Da Vinci y, pásmense, hasta del propio Santa Klaus.
Sin llegar a ser un experto, ni
de lejos, quiero aclarar que hace muchos años que leo libros de historia de
España y Universal, a veces en formato comparado, que es donde se advierte mejor
la verdadera Historia de cada país. En este momento poseo unos 3.000 libros en
papel y otros varios cientos en formato digital. Al menos un tercio de ellos
podrían encuadrarse en el apartado de Historiografía. Por supuesto que aún no
los he leído todos (aunque sí una buena parte de ellos), pero los conservo como oro en
paño, igual que si se tratase de un buen jamón pata negra, a fin de ir cortando
finas lonchas y alimentar la mente.
El alimento ya consumido me dice
que España es una de las naciones más gloriosas del mundo, puesto que las
hazañas de los españoles son tan brillantes como inagotables (léase la épica americana)
y, al mismo tiempo, se sabe que nuestros antecesores dieron muestras abundantes
de una voluntad irreductible. Una simple evidencia bastará para hacernos a la
idea: España, o Hispania, o Spanía, es la única nación del mundo que ha sufrido
una guerra civil cuya duración se acercó a los ocho siglos (islam frente a cristiandad), a la que incluso se le llegó a denominar con un nombre
irrepetible: Reconquista. El nacionalismo golpista de Cataluña niega que tal
Reconquista se hubiera producido, lo sé de primera mano, como asimismo niega la
Historia y la existencia de España, idea a la que el gobierno felón de Sánchez
le baila el agua.
Ante semejante situación de intento de golpe
de estado consentido, todo español de corazón y mente (no importa a qué
formación política pertenezca) debe apoyar con su presencia o su amparo externo
la manifestación que mañana, 10 de febrero de 2019, se celebrará en Madrid,
capital de la España eterna. Cualquier sacrificio vale la pena para preservar
la unidad de nuestra Patria. ¡Todo por España!
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