En la novela histórica “Viento de furioso empuje” hay dos facciones claramente diferenciadas: De un lado tenemos a los visigodos, hartos de guerras civiles, conjuras y morbos de todo tipo, y del otro a los musulmanes (beréberes tibiamente conversos y sarracenos, es decir, “orientales”), cuya religión les obligaba a expandirse para establecer el islam como religión oficial, cuando lo que en realidad apetecían muchos de ellos era el poder y la riqueza que en siglos anteriores no lograron poseer sus antecesores, a pesar de haber transportado toda la seda de este mundo con destino a unas ciudades, Roma, Alejandría, Constantinopla…, donde el precio se centuplicaba. Veamos un par de curiosidades respecto a los árabes y a los pueblos más desconocidos de esta etapa histórica, los judíos africanos.
Luna: Si bien el símbolo de la Media Luna es de origen otomano y está basado en el sura 54 del Corán, donde se la relaciona con el día del juicio final (la hora se acercó, y la Luna se partió en dos) o con posibles milagros realizados por Mahoma, se sabe que desde tiempos inmemoriales los pueblos arábigo-semitas han sentido cierta atracción hacia el astro de la noche, luminaria de sus desplazamientos nocturnos por las regiones desérticas donde era obligado evitar el calor sofocante del día.
Judíos africanos: A la llegada de los musulmanes a tierras magrebíes encontraron varias tribus que practicaban algo semejante a la religión hebrea. Algunas de esas cabilas fueron identificadas: Nefusas, ghiatas, jezawas, mediunas, feudelawas, bahlulas, etc. Durante los primeros años de la invasión islámica, los beréberes de religión hebrea fueron los que opusieron mayor resistencia, hasta el extremo de lograr una confederación de tribus que al mando de la Kahína durante un tiempo hicieron retroceder a los invasores hasta Kairuán (Túnez).
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