domingo, 7 de abril de 2019

Breve historia negra del PSOE (III) República (Octubre 1934 - Julio 1936)


Tras la derrota de la insurrección de octubre, y como previamente habían acordado, los socialistas negaron  hipócritamente toda implicación en la misma. La presentaron como una revuelta espontánea que se había desmadrado. La posterior represión del gobierno fue razonable e incluso moderada (se ejecutaron pocas condenas a muerte, la censura fue poco estricta, los procesados abandonaron la prisión en 1935 ó 1936 y su estancia en la cárcel fue bastante llevadera). Al igual que en 1917, los socialistas se aprovechaban de la legalidad que habían querido destruir para esquivar la acción de la justicia. Esto no impidió que los socialistas y sus compinches orquestasen una demagógica campaña sobre la supuesta crueldad de la represión que cargó de peligrosa emocionalidad el ambiente político, contribuyó a dividir aún más la sociedad y fomentó un clima de odio nunca antes conocido. Puntales básicos de esta campaña propagandística fueron los socialistas Vidarte y de los Ríos.

Azaña y Prieto pronto empezaron a trabajar para reeditar la alianza republicano-socialista del primer bienio, pese a la oposición inicial de Largo Caballero. Continuaban por tanto las discordias en el seno del PSOE, en las que momentáneamente pareció salir reforzado Prieto. También colaboraron Azaña y Prieto en el catastrófico hundimiento del Partido Radical, con la necesaria asistencia de Alcalá Zamora: aprovechando unas corruptelas de escasa entidad organizaron un escándalo que destruyó al único partido firmemente comprometido con la democracia liberal. A finales de 1935 se inició el proceso de unión de la UGT con el sindicato comunista CGTU que finalizaría meses después.

Alcalá Zamora denegó el legítimo acceso de Gil Robles al poder y acabó convocando elecciones para el día 16 de febrero de 1936. Con vistas a la convocatoria electoral se produjo la unión de parte de la izquierda en lo que se llamó Frente Popular el 15 de enero de 1936: Izquierda Republicana (Azaña), Unión Republicana (Martínez Barrio), PSOE, PCE, Partido Sindicalista (Pestaña), POUM, UGT y Juventudes Socialistas fueron las fuerzas firmantes del pacto electoral, con clara preponderancia de partidos revolucionarios. En dichos partidos prevaleció la postura de Largo de considerar la alianza como meramente electoral.

Fue también Largo quien impuso la participación de los comunistas en el Frente Popular, lo que provocó el abandono del mismo por el relativamente moderado PNR de Sánchez Román, redactor del programa. Se acordó que el gobierno, en su caso, estaría exclusivamente formado por republicanos. El programa electoral no recogía buena parte de las aspiraciones de los partidos "obreros", pero la táctica de estos era otra: sabían que el gobierno de republicanos de izquierdas sería necesariamente débil y dependiente de sus votos; acabarían por tanto llegando al poder de forma legal (recuérdese que en la mentalidad de los socialistas y sus socios el concepto de legalidad era harto curioso).

La campaña electoral se caracterizó por desarrollarse en un clima de odio y violencias al que no eran ajenos los socialistas. Así, declaraba Largo Caballero en Alicante: "(...) si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada". También anunciaría poco después que "(...) la democracia es incompatible con el socialismo (...) por eso hay que ir a la revolución". Durante la jornada electoral se produjeron numerosos fraudes y coacciones. El número de votos fue muy similar para derechas e izquierdas, pero estas obtuvieron más escaños; e inmediatamente empezaron los desórdenes callejeros. En palabras de Alcalá Zamora referidas al Frente Popular "sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de resultados (...) desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el poder por medio de la violencia (...) la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados".

Se produjo la dimisión del gobierno y Azaña encabezó un gobierno de republicanos. El escrutinio electoral y la segunda vuelta se llevaron a cabo bajo la vigilancia de un gobierno tremendamente partidista. Los condenados por los sucesos de octubre fueron puestos en libertad y continuaron los desórdenes, lo que hizo escribir a Azaña sobre sus socios "parecen pagados por nuestros enemigos". Los socialistas ocuparon por la fuerza algunos ayuntamientos. La segunda vuelta de las elecciones se llevó a cabo con milicianos socialistas ejerciendo de policías auxiliares. La mayoría fraudulenta del Frente Popular se hizo abrumadora tras las resoluciones de la comisión de actas, que arrebató sus escaños a numerosos derechistas que los habían ganado limpiamente. Definitivamente, las elecciones de febrero del 36 fue un pucherazo del Frente Popular, como hoy en día ya se ha demostrado al recuperar unas actas que la izquierda jamás quiso enseñar.

Mientras tanto, las huelgas, desórdenes y violencias socialistas siguieron su curso. Según Azaña "Vamos cuesta abajo por la anarquía (...) por la taimada deslealtad de la política socialista en muchas partes". Se equivocaba el presidente: no era deslealtad, era coherencia. Para los socialistas, el Frente Popular era un simple paso más hacia la dictadura del proletariado. Así, en marzo los socialistas comenzaban la ocupación ilegal de tierras ante la pasividad del gobierno, que legalizaría a posteriori dichas ocupaciones. En abril de 1936, los socialistas llamaban a constituir las "milicias del pueblo" con comunistas y anarquistas. Se fusionaron en este mes las juventudes socialistas y comunistas con clara preponderancia de los segundos.

El día 7 de abril, con una maniobra esperpéntica, se produjo la destitución de Alcalá Zamora como Presidente de la República, puesto que ocuparía Azaña el día 10 de mayo. El nuevo presidente encargó a Prieto formar gobierno, pero éste hubo de rehusar por falta de apoyo de su grupo parlamentario. La tensión entre los socialistas era enorme; de hecho, Prieto fue recibido a tiros en un mitin socialista en Écija. Formó gobierno entonces Casares Quiroga, que inició su mandato declarándose beligerante contra buena parte de la población española.


Las continuas denuncias en el parlamento por diputados derechistas sobre asesinatos, violencias, coacciones y toda suerte de tropelías por parte de las izquierdas eran desdeñadas como mentiras o provocaciones. La tensión en el parlamento también iba en aumento, pasándose de los insultos y aspavientos a las amenazas de muerte proferidas por diputados socialistas y comunistas. Así el 16 de junio, además de la conocida amenaza de Casares Quiroga contra Calvo Sotelo se produjeron otras: durante un discurso de Calvo en el que mencionaba el este y el oeste, amenazó el socialista Álvarez Angulo "sobre todo por el Este", en clara referencia al cementerio madrileño donde el cadáver de Calvo sería abandonado antes de un mes. Tras esta sesión comentó Prieto "vamos a merecer, por estúpidos, la catástrofe", estupidez a la que no era ajeno el propio Prieto. Quien amenazaba a Calvo el 1 de julio era el socialista Ángel Galarza diciendo que "pensando en Su Señoría encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida". Ya en plena guerra, y siendo ministro, declararía Galarza que el asesinato de Calvo le "había producido un sentimiento, el sentimiento de no haber participado en él". Estas incitaciones al asesinato, en la línea del fundador Pablo Iglesias, no encontraban ningún reproche en el PSOE, e incluso convenían al fin declarado por Largo: "(...) no creemos que triunfe (refiriéndose al gobierno) y cuando fracase nosotros lo sustituiremos y entonces se llevará a cabo nuestro programa y no el suyo".

El día 12 de julio, pistoleros falangistas asesinaron al teniente de la Guardia de Asalto, Castillo, que había estado implicado en el intento revolucionario de octubre y en acciones contra derechistas. Horas después, y como supuesta represalia por el asesinato de Castillo, un heterogéneo grupo de guardias de asalto y milicianos izquierdistas mandados por un capitán de la Guardia Civil asesinaron al diputado Calvo Sotelo. Gil Robles y el monárquico Goicoechea se libraron de correr la misma suerte al estar ausentes de su domicilio. El autor material del asesinato fue el socialista prietista Cuenca. Tanto él como el capitán Condés fueron ayudados por Prieto y Nelken a escapar de la justicia (que previsiblemente no hubiese sido muy severa).

El asesinato de Calvo Sotelo significó el punto de no retorno en el largo camino hacia la guerra. El hecho de que miembros de fuerzas de seguridad del Estado asesinasen al principal líder de la oposición indica hasta qué punto estaba avanzado el proceso de descomposición de dicho Estado. Descomposición provocada en buena medida por los socialistas con su función de desgaste. El socialista Zugazagoitia comentó al conocer el asesinato que "este atentado es la guerra". Más belicoso, el diario socialista Claridad deseaba "pues que haya guerra civil a fondo". Prieto pronosticó que sería "una batalla a muerte". Los tres tenían razón. El día 17 comenzaba la sublevación del Ejército de África. Los socialistas ya tenían su guerra civil, pero el resultado de la misma no sería el previsto por ellos.

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 7 de junio de 2010

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