martes, 30 de abril de 2019

Tras la debacle electoral, ¿tiene que desaparecer el PP?


Desaparecer, no, porque dejaría huérfanos a cientos de miles de simpatizantes que, por razones evidentes, no encontrarían acomodo en VOX o en Ciudadanos, dos formaciones que no cubren todo el espectro de la derecha. Lo que sí debe hacer el PP es refundarse en un congreso constituyente que faculte a la Ejecutiva para renovar el ideario y el programa –tal vez bastaría con sintetizar los cambios en un decálogo– y de añadidura refrescarlo casi todo: Nombre del partido –se sugiere RENOVACIÓN POPULAR DEMOCRÁTICA, donde quede claro que no es el PP de Rajoy–, siglas RPD, colores –azul turquesa y alguna franja con la bandera española–, símbolo –en lugar de un charrán, pongamos un lince ibérico poco menos que rampante.


Lo que también debe hacer el PP es arrinconar a los militantes que hayan demostrado poca soltura política –caso de Maroto– o que siempre ofrecen una imagen poco acorde, casi de perdedor. Es decir, la Renovación Popular precisa más luchadoras intelectuales a lo Cayetana Álvarez de Toledo y menos marmolillos cenicientos como el hijo de Suárez, cuya simple imagen ante el frontispicio de la derrota fue de lo más deprimente. Ya me dirá alguien en qué estaba pensando Casado para proponer de “Dos” por Madrid a quien da el perfil de un “vigilante del cementerio en el turno de noche”, como se ha descrito a Suárez Illana.

Aparte de una gran vocación por la política, dicen que la preparación de Suárez es esmerada. Además de abogado en ejercicio con alguna experiencia –ha pasado por varios bufetes e incluso ha fundado uno propio–, posee un doctorado en derecho por la Universidad de Harvard –¿Has oído, so Fraude?–. Ahora bien, lo que sí está claro es que querer no siempre es poder y mientras en las universidades no se expidan doctorados en carisma y en saber sonreír a tiempo, Suárez Illana supone un peso muerto para el partido político que lo acoja.

No se trata de echar a nadie a la puñetera calle, pero a determinados militantes se les debe buscar un puesto acorde a los intereses del partido, pongamos en un despacho donde se realice alguna función que en verdad sea útil. Porque sin utilidad real, sería lo del tonto y el lápiz. No nos engañemos, la generosidad comienza por uno mismo, eso sí, sin egoísmos desmedidos. Y lo mismo ocurre en las formaciones políticas, ninguna de las cuales está destinada a ejercer de ONG con los no llamados a la brega política, al mitin en campaña, al debate, a compartir las redes sociales mediante algún ingenio, a la tertulia en los medios, a esa propaganda callejera que estrecha manos en los mercados o se deja ver en las fiestas mayores de los pueblos... ¿Se imagina alguien a Suárez haciendo algo de esto?

No sé si seguiré, lo que sea aún no está escrito. Desde luego el tema da para mucho más.

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