Sánchez el fantasioso.
El gran problema que afecta a Pedro
Sánchez es un autismo profundo provocado por el rencor a la derecha y muy
especialmente por su desmesurado ego, puesto que solo piensa en sí mismo (yo, yo y los demás) y en
secuestrar la momia de Franco (al que cree miembro del PP desde que era teniente) para ganar una Guerra Civil que tan brillantemente perdió el
social-comunismo. Esos enormes defectos le impiden percibir que determinadas
decisiones sólo pueden redundar no ya en perjuicio de la nación española (cada
vez más dividida en dos bandos), asunto que no parece importarle demasiado,
sino incluso en un peligroso deterioro de su propio partido.
Veamos: Si se confirmara que Sánchez
ha dado vía libre a los sediciosos de Nafarroa Bai —he estado a punto de
denominarlos filoetarras—, donde los socialistas navarros volverían a abstenerse
gratis total para evitar el gobierno de UPN-PP, que ya anuncian una coalición,
nos hallaríamos ante un ejemplo más de ese espíritu infantiloide que le
caracteriza y con el que pretende hacernos partícipes de una realidad que sólo
figura en su mente. Una realidad envuelta en la más pura ficción, según la cual
él se ve perfectamente capaz de calmar a las fieras hambrientas, más conocidas
como criminales etarras y sus simpatizantes, y de paso vengarse de los adversarios
políticos de la derecha. Y además cree que puede realizar esa gran faena a
coste cero.
Que Sánchez es un tipo fantasioso es
algo que nos demuestra mediante su gran afán de considerar respetables y fiables a
quienes no lo son ni tienen intención de serlo, como por ejemplo a los fulanos
nacional-separatistas de Cataluña con los que viene pactando desde hace tiempo. Un pacto
que ha interrumpido temporalmente pero que retomaría de inmediato (podría
jurarlo) si tuviese alguna opción de gobernar con ellos después del 28-A. Ya no hablemos de sus
pactos con la escoria terrorista de Bildu, o los recoge nueces del PNV, tan necesarios
para el Gobierno Frankenstein, a los que quiere mantener en reserva por si
acaso los volviera a necesitar. Y de ahí el traslado continuado de presos
etarras al País Vasco, puestos en libertad nada más llegar.
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