viernes, 22 de marzo de 2019

Dos formas y media de afrontar el gran problema


Si se tiene en cuenta que el golpismo catanazi (donde todo abuso, burla, prevaricación, malversación y rebeldía tienen su asiento) se mantiene como el principal problema de España (no ya político, sino de convivencia), a partir de ahí, en el mercado preelectoral, se están ofreciendo a los ciudadanos dos modos de afrontarlo:

1) Al estilo social-sanchista, actitud imbuida de un doble espíritu de lo más interesado entre el no hacer nada de Rajoy, por vagancia, y el de “me mola lo diferencial” de Iceta-PSC, por nazional-socialista. ¡Porca miseria para un método doblemente inmoral que en menos de un año ha demostrado ya lo que es capaz a la hora de jugar con nuestro dinero y nuestros valores!


2) Al estilo patriótico de, con perdón, “dos milenios de historia”, representado en nuestros días por el ahora leal y voluntarioso PP de Casado, que clama por un 155 de verdad, recio. Y, desde luego, por el esplendente VOX de Abascal, partido al que se le cae la baba (en el mejor de los sentidos) a la hora de valorar los símbolos de la Patria y dispuesto siempre (veamos que ocurre el día 30 en la plaza de España en Barcelona) a dar la cara incluso a riesgo de que se la partan.

Y no hay ninguna otra posición, salvo la de situarse en el centro de la Galaxia, en actitud de foto fija, desde donde aguijonear de boquilla a ambos lados del espectro político y de buscar la redención (y el voto) apelando al centrismo de esa UCD de la etapa Suárez, un personaje con demasiada benevolencia (e ingenuidad) que fue el máximo responsable a la hora de aceptar las autonomías y de ignorar que se convertirían en ingobernables a medio plazo, como ha sucedido. No, Suárez de ningún modo receló lo que ocurriría, razón por la que la Historia no podrá ubicarlo en el panteón de los estadistas. Ni a él, ni a cualquiera que lo establezca como referente político. Y todos ustedes saben de sobras a quién me refiero.

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