Los partidos políticos han
desatado, a toque de generala, un verdadero zafarrancho de combate a la hora de
alistar candidatos significados para integrar en las listas electorales. Y esto
no ha hecho más que empezar. Vale todo con tal de publicitar un nombre (o el
cargo de relumbrón que haya ocupado) para que sirva de reclamo del partido, sea un candidato de origen militar, periodista, empresario, abogado o, en el caso de los podemitas, sea una
asesina convicta a la que le han fabricado un pasado rarito en el que se supone
que fue violada, circunstancia que les debe reportar, bien administrada, el
voto seguro de las feminazis, que son un montón.
Los fichajes más llamativos han
sido los de VOX, nada menos que varios generales: Infantería de Marina,
Ejército del Aire y Ejército de Tierra (de ahí lo de generala), que respectivamente
deberán encabezar las listas de Cádiz (Rosety), Alicante (Mestre) y Castellón
(Asarta), más la del Ayuntamiento de Palma de Mallorca (Coll). No está mal,
francamente. Con raras excepciones (caso del sujeto que se aloja en Podemos), los
militares son gente seria, patriótica y poco dados al cambalache. Luego la
incorporación de tan altos cargos militares es un puntazo que los de Abascal
pueden anotarse.
Al efecto, cabe recordar que los
comunistas de Podemos cuentan con un exjefe del Estado Mayor de la Defensa al
que durante años han ido paseando de lista en lista y de derrota electoral en
derrota, lo que parece apuntar a que el susodicho general sacó una nota
brillantísima para el título de gafe, fajín morado, también denominado por
algunos como diplomatura en “Pier No Doy Una”, o “en mi lista no lo quiero”,
que dijo Carmena.
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