De Ciudadanos se desprende lo
variopinto de sus incorporaciones mitad carne, mitad pescado. De Manuel Valls
se sabe (a partir de un pedigrí social-trasnochado que ni el propio Macron dio
por bueno) que practica la filosofía del “todos contra VOX” y que pretende
crear en Barcelona una especie de Movimiento sincrético que le aúpe a la
Alcaldía y desaloje a la “mantera” Colau. ¡Valls lo tiene crudo! Si bien reconozco
que disfrutaría de lo lindo al ver a la actual alcaldesa en la oposición, junto
al hispanófobo Pisarello.
En Ciudadanos también han fichado
a un ex alto cargo de Coca Cola, Marcos de Quinto, un tipo que está
acostumbrado a mandar mucho y que parece con más burbujas de la cuenta a la
hora de insertarse en C’s. Así que ya veremos lo que dura entre los naranjitos
y cuál será su disciplina de partido. Eso sí, su otro fichaje es el valioso abogado del Estado, Bal, cuyo apellido recuerda a un dios babilónico, y sin duda posee
unos antecedentes de lo más prometedores en la defensa de España.
De los pucherazos de Ciudadanos en diversas primarias ya ni hablemos, sobre todo en Castilla y León, donde un recuento riguroso dejó claro el método tramposo y con el culete al aire a los que tanto presumen de primarias. Pero en realidad han sido varias las operaciones "IP replicantes" denunciadas en las que se adjudicó el triunfo al candidato oficialista, que ya veremos en qué concluyen si como dicen se están investigando después de apartar al informático en jefe. No obstante lo dicho, C's me parece un partido bastante salvable y, una vez apartados los más versátiles de moral, desde luego que es necesario para la estabilidad de España y para que Sánchez no gobierne toda una legislatura, salvo que Rivera acabe en coalición con el Doctor Fraude, claro.
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