Renovar un partido político requiere,
además de un gran esfuerzo para no crear una fractura auspiciada por los no integrados
en las listas, disponer de una cantidad de tiempo con la que a menudo no se
cuenta, sobre todo si ese partido está en la oposición, como sucede con el PP
de Pablo Casado (la etapa de vagancio Rajoy mejor olvidarla) y encima el
socialismo gobernante, de nuevo sin escrúpulos, fija el día de las elecciones e
impulsa una campaña electoral guerra civilista, plagada de falsedades en cada
reseña del Consejo de Ministros (el que no vote socialista vota a Franco) que
pagaremos entre todos.
La razón de un partido político
no es vivir para sí, en conjunto, y mucho menos para mantener intactos a unos
líderes que tuvieron su oportunidad y fracasaron en lo más esencial: La defensa
de España y de sus valores. Tales serían los casos de Zapatero, de Rajoy y, aun
cuando apenas comienza su farsante andadura, el de Pedro Sánchez, sobre el que
ya puede afirmarse con la suficiente rotundidad que él, y solo él, se considera
el PSOE. Y pobre del que no acepte semejante dogma.
Así, pues, en el caso del PP, renovar
un partido supone incorporar a la Ejecutiva (o en posición elegible en las
listas) a las personas que hayan demostrado unos valores sólidos, caso de
Cayetana Álvarez de Toledo, por los que estén dispuestos a batirse el cobre, que
es lo contrario de la etapa de Rajoy. Valores que deben ir destinados a favorecer al
conjunto de los ciudadanos: Cuantos más, mejor, no solo por la captación del
voto (que también), sino por tratar de que sean muchos los españoles que
alcancen y mantengan el bienestar.
Y es que renovarse supone, asimismo,
alentar al progreso de la sociedad en todo lo que suponga las necesidades del
día a día: alimentación, vivienda, estabilidad laboral, educación y, sin olvidarse
de ella, acceso a una cultura que nos permita apreciar esos pequeños detalles
de la vida que tanto satisfacen. Es decir, dejar de vivir con los sentidos
embotados, pendientes de la consigna partidista y el agit-prop, como hacen los seguidores del
social-comunismo.
En resumen, me gusta la
renovación que Pablo Casado propone inicialmente en las listas electorales,
donde ha desaparecido gente muy adocenada por el marianismo. De hecho, en esos
números uno que ahora se conocen (ya veremos en el resto de las listas), apenas
hay un par de ellos que me sobra. Y sobre los que no concurren, Caso de Celia
Villalobos, una sola palabra definiría mi opinión: ¡Amén!
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