A diferencia de Puigdemont, ese
golpista catanazi que carece por completo de cualidades y escrúpulos –demostrado
al exhibir su cobardía huyendo en el maletero de un coche, y antes al encabezar
la rebelión que tanto mal infringía a los catalanes, a los que fue desleal–,
Antonio Tajani sí es un político de conciencia.
Una simple frase de Tajani, como
respuesta a “Cocomocho”, supone el mejor ejemplo de la importancia que el
presidente del Parlamento Europeo le otorga al, repitámoslo, espantadizo golpista
cuando éste le acusó de ser una marioneta de la derecha española: “Yo no estoy a
las órdenes de nadie, estoy a las órdenes de mi conciencia”. Y es que Tajani, a
diferencia de quien tanto odia a España y tiene la conciencia limpia porque no
la ha usado nunca, es un hombre que conoce bien a los españoles (incluido
Puigdemont) y sabe apreciar cuanto de bueno hay en nuestra tierra.
Decía el clásico que hay dos
tipos de arrepentimiento: el falso, que viene de ese fracaso que uno mismo no
es capaz de explicarse, y el verdadero, que aparece cuando te llega la
conciencia de haberlo hecho mal. En el caso del político fugado a Waterloo,
donde vive a cuerpo de rey en un palacete (¿quién paga eso?) y se dedica a la holganza
y la conspiración (dentro y fuera de Cataluña, dentro y fuera de su coalición
política), es evidente que carece por completo de arrepentimiento, ni de su
aparatoso fracaso como presidente de la Generalidad catalana, un cargo que cree
mantener todavía a través de su testaferro Torra, ni de poseer la conciencia de
haberlo hecho mal. Todo lo contrario, tanto el golpista en jefe como sus monaguillos
insisten una y otra vez en que seguirán la “hoja de ruta” hacia la República
catalana.
Para finalizar, incluiré un breve
párrafo que escribí ayer: “Puigdemont, Junqueras
y Torra, como feligreses significados del delirio nacionalista, tienen tantas
posibilidades de ver la independencia de Cataluña como Xabier Arzallus la del
País Vasco”.
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