Si el tema de fondo
es la doctrina ecológica del Supremo, a ello voy. Porque me da que hay otras
muchas variantes en lo ecológico y no solo en los ríos. Por ejemplo, ¿quién ha
protestado por esos muchos kilómetros de costa que incluyen una buena franja de
mar adentro y que el inútil de ZP, al sembrarlas de desaladoras inútiles, costosísimas y con el valor del agua a precio de embotellada de marca, se cargó para
un puñado de generaciones? ¿Cómo solucionar la batería de emisarios submarinos
que están destrozando las posidonias mediterráneas (alimento de varias especies
marinas), además de no pocas playas preciosas, con el vertido continuado de salmuera? ¿Quién debe
decidir, y en su caso remediar, qué nivel de respeto ecológico poseen los
numerosos polígonos industriales que afectan a toda España, ninguno de los
cuales pasaría el corte aplicando el criterio del Alto Tribunal?
Para que se comprenda mejor la
barbaridad que supone que el Supremo, a instancias del gobierno socialista de
Castilla-La Mancha (García Page asegura que ha recibido la mayor alegría de su
vida) le cierre el grifo de un bien tan esencial como es el agua a otras
comunidades que vienen aprovechándola desde hace tantos años, que lo de cerrar
el grifo en realidad es lo que se ha hecho a modo de “Crónica de una muerte
anunciada”, lo mejor es jugar al despropósito más descarado:
Supongamos que uno de estos días se
pretende reformar el estatuto de la Región de Murcia (como tiempo atrás
hicieron en Castilla-La Mancha) y se decide incluir en su texto el cierre para
el 2025, por ejemplo, de esos dos oleoductos en servicio desde hace
décadas, más un gaseoducto, que se comen
cientos de hectáreas de cultivo y que desde Escombreras (Cartagena) suministra
crudo y gas hasta Puertollano en Ciudad Real. Al fin y al cabo también son
obras del hombre y por el hombre subsanables.
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