Por más vueltas
que le doy, no soy capaz de entender la actitud de Ciudadanos hacia VOX. Da la
sensación de que los naranjitos –si se comportan de ese modo tan cicatero hay
que nombrarles en diminutivo porque está claro que les falta grandeza– no han
sido capaces de comprender que la gente de Abascal también tiene su dignidad y su
amor propio, dentro de lo que es un partido constitucional como el que más, sin
que deban tolerar que el primero que llegue les desprecie de ese modo.
Lo que sí podría
llegar a comprender es que VOX, para darles un escarmiento a esos dos que tan
bien se llevan, PP y C’s, acabara por abstenerse y darle el Ayuntamiento a la
tipa Carmena y la Comunidad al tipo Gabilondo. Al menos durante un tiempo y
mientras los que relegan a VOX averiguan qué cantidad de frío hace en los
banquillos de la Oposición, cuyos méritos para ocuparlos no parece que les falten
por exceso de codicia.
El Partido
Popular, al que he votado en las últimas elecciones –solo hablo bien de VOX
porque se lo merece–, tiene un pase respecto a su postura ante VOX, pero solo
un pase, porque en cuanto presiona Ciudadanos le entra la flojera y ya no ve
más opciones. Pues bien, si la gente del PP quisiera echarle narices al asunto
entonces debería presentarse en solitario, sin pacto previo alguno, y decir
algo así: ¡El que quiera que me siga y vote mi candidatura, que ya llegaremos a
los pactos que sean necesarios a la hora de formar el Gobierno!
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