Al conocer el
título de este artículo, una buena amiga me ha dicho que no está de acuerdo,
que lo suyo hubiera sido titularlo: “Ciudadanos pagará su traición”. Puede
valer lo uno y lo otro, según el grado de decepción que uno sienta hacia el
partido de Rivera-Macron y lo injusto que le parezca el desprecio continuado a
VOX. Como resulta que yo estoy moderadamente cabreado con Ciudadanos, si es que
se puede asociar el cabreo a la moderación, de ahí que haya mantenido el título
original aun a sabiendas de que más de uno opinará que soy un blandengue.
Veamos, cuando
Albert Rivera se cansó de afirmar que jamás votaría a favor de Pedro Sánchez
porque no se fiaba de él ni de la política de pacto con los golpistas, juraría
que eso le proporcionó un buen puñado de votos en las generales, prestados por
el PP, claro. Cuando a preguntas de la prensa los de Ciudadanos aclararon que el
rechazo de los socialistas se extendía a las comunidades autónomas y los
ayuntamientos, volvería a jurar que picó más de incauto y, aun así, bajaron en
votos y no lograron más que una parte de los diputados y concejales previstos
por… vete a saber.
Ahora bien, el sumun
de la desvergüenza se está dando en el momento de escribir estas líneas, cuyo
titular podría se el siguiente: “Ciudadanos le regala un montón de alcaldías a
los socialistas, sobre todo en Castilla-La Mancha, y la de Barcelona a la zarrapastrosa Colau”. Y eso a pesar de dolerles
la boca de tanto afirmar que su socio preferente es el Partido Popular. Al que
ha dejado tirado en más de un ayuntamiento para poder disfrutar del 2+2 incluso con tres concejales,
modalidad que no es nueva, pero sí lo es cuando se engaña al partido declarado
preferente.
¿Qué moraleja
puede extraerse de semejantes hechos? Fácil: Ciudadanos se ha convertido en un
partido político aún menos fiable que el PSOE de Sánchez. Porque Falconetti ya
sabemos como actúa y este sujeto jamás cambia de rumbo, lo prueba el hecho de que
los del PSC le han regalado unas cuantas alcaldías a los golpistas en Cataluña,
a cambio de…, mientras que Rivera da siempre la impresión de que actúa de
capricho y toma las decisiones no basándose en lo que ha declarado en campaña,
sino a la carta más alta y según de qué cuadrante sople el viento. No hay ninguna
duda: ¡pagarán su precio!
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