sábado, 16 de marzo de 2019

PP de Casado, comienza la renovación


Renovar un partido político requiere, además de un gran esfuerzo para no crear una fractura auspiciada por los no integrados en las listas, disponer de una cantidad de tiempo con la que a menudo no se cuenta, sobre todo si ese partido está en la oposición, como sucede con el PP de Pablo Casado (la etapa de vagancio Rajoy mejor olvidarla) y encima el socialismo gobernante, de nuevo sin escrúpulos, fija el día de las elecciones e impulsa una campaña electoral guerra civilista, plagada de falsedades en cada reseña del Consejo de Ministros (el que no vote socialista vota a Franco) que pagaremos entre todos.


La razón de un partido político no es vivir para sí, en conjunto, y mucho menos para mantener intactos a unos líderes que tuvieron su oportunidad y fracasaron en lo más esencial: La defensa de España y de sus valores. Tales serían los casos de Zapatero, de Rajoy y, aun cuando apenas comienza su farsante andadura, el de Pedro Sánchez, sobre el que ya puede afirmarse con la suficiente rotundidad que él, y solo él, se considera el PSOE. Y pobre del que no acepte semejante dogma.

Así, pues, en el caso del PP, renovar un partido supone incorporar a la Ejecutiva (o en posición elegible en las listas) a las personas que hayan demostrado unos valores sólidos, caso de Cayetana Álvarez de Toledo, por los que estén dispuestos a batirse el cobre, que es lo contrario de la etapa de Rajoy. Valores que deben ir destinados a favorecer al conjunto de los ciudadanos: Cuantos más, mejor, no solo por la captación del voto (que también), sino por tratar de que sean muchos los españoles que alcancen y mantengan el bienestar.

Y es que renovarse supone, asimismo, alentar al progreso de la sociedad en todo lo que suponga las necesidades del día a día: alimentación, vivienda, estabilidad laboral, educación y, sin olvidarse de ella, acceso a una cultura que nos permita apreciar esos pequeños detalles de la vida que tanto satisfacen. Es decir, dejar de vivir con los sentidos embotados, pendientes de la consigna partidista y el agit-prop, como hacen los seguidores del social-comunismo.

En resumen, me gusta la renovación que Pablo Casado propone inicialmente en las listas electorales, donde ha desaparecido gente muy adocenada por el marianismo. De hecho, en esos números uno que ahora se conocen (ya veremos en el resto de las listas), apenas hay un par de ellos que me sobra. Y sobre los que no concurren, Caso de Celia Villalobos, una sola palabra definiría mi opinión: ¡Amén!

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