martes, 23 de julio de 2019

Un debate entre verdades y petulancias


A mi modo de ver, el debate de ayer podría dividirse en dos fases: Un ladrillo de más de dos horas a cargo del Doctor Fraude, que me casqué entero a sabiendas de que se limitaba a leer el discurso sin saltarse una coma y del que, como acicate hacia mi indiferencia, se deducía que estaba redactado en la misma línea de todo lo que asegura haber creado él, o sea, escrito por otros.


Ladrillo en el que lo incluyó todo, todo y todo… para anunciar que se alcanzarían unas reformas maravillosas destinadas a un mundo feliz donde las perdices nacerían ya asadas y emplatadas, pero no se molestó en explicar cómo piensa lograr la lluvia de millones que hará falta para financiar todos esos “todos”, lo que da una ligera idea de que seremos los españolitos los que deberemos aportar hasta la última telaraña de nuestros bolsillos. Muy propio de un socialismo que siempre es así: Maestro de una propaganda destinada al reparto de la miseria, salvo entre los suyos, claro. Y aún puede ser peor si al final resulta una coalición PSOE + Podemos.

Por la tarde llegó el verdadero debate, con un Pablo Casado soberbio que fue de menos a más y que en una actitud institucional vino a decirle a Sánchez lo que juraría que no pocos pensamos, que “no es de fiar” (de lo fiable que es Iglesias ya ni me pronuncio) y que aún “es un rehén de sus socios de la moción de censura”. Después intervino algo acelerado Albert Rivera, si bien se mostró sensacional a la hora de definir el proyecto de Sánchez como “una banda que se propone liquidar España”. Remató el trío de amantes de la verdad (y de España), el gran Santiago Abascal, con un patriótico discurso, basado en hechos reales como en las grandes películas, en cuyas frases le dejó claro al candidato que “pretende gobernar con una pandilla de sediciosos y corruptos”. En resumen, el trío de las verdades se impuso por mucho al tipo de unas petulancias cuyo ejemplo principal fue exigir, sí exigir, en varias ocasiones a Ciudadanos y PP que se abstengan en la votación. ¿Porqué esa abstención? Al decir de Sánchez “porque yo lo valgo”.

Conclusión: Deseando estoy que se acabe toda esta farsa y, sea en noviembre sea dentro de 1-2 años, haya nuevas elecciones generales para darle a la izquierda el baño que se merece. Eso sí, el baño no solo sería posible sino muy probable a condición de que los partidos españoles fuesen en coalición a las elecciones. Tienen tiempo para conocerse más (sobre todo Ciudadanos a VOX), ponerse de acuerdo y lograr una sueño: “ESPAÑA SUMA” “ES+”.

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