Ante el Tribunal de la Opinión Pública |
Se me ha acusado en algunas notas añadidas en esta bitácora [el término
blog se impuso más tarde] de practicar la demagogia, de írseme la mano, de
odiar y de mentir. Bien, es posible que todo ello sea cierto, pues al fin y al
cabo algunos de los cargos que se me imputan, como pueda ser el odio, no son
mensurables y quedarían dentro del apartado de la subjetividad o del cómo te
ven los demás.
Acepto, sobre todo, que a veces se me va la mano y cometo
exageraciones tremendas, pero precisamente porque algunas de mis afirmaciones
son muy exageradas creo que no deben tomarse al pie de la letra. Son, más bien,
figuras hiperbólicas mal construidas por mi parte que no acaban de entenderse
dentro de un contexto que a menudo pretende ser irónico. Luego está claro que
me fallan la ironía y la hipérbole y que no son los demás los que deben
aprender a leerme, sino yo a escribir. Mea culpa.
Demagogo, en el sentido de agitador, es otro de los reproches que
se me hacen. Esta falta me cuesta más admitirla aunque no descarto que también
sea cierta. Alego en mi defensa, no obstante, que uno de los motivos para que
mis artículos sean más extensos de lo habitual es que trato de dotarlos de
argumentos acerca de aquello que afirmo. Quien me haya leído con alguna
regularidad habrá comprobado que no soy muy aficionado a poner enlaces, sino
que a partir de una determinada noticia, normalmente insertada en la mayoría de
medios y por lo tanto bien conocida, hago mi propia valoración. Dicho en
términos periodísticos, Batiburrillo no es la primera página más o menos
aséptica de un diario, léase más bien como una de sus columnas de opinión. Y
esa opinión, en la medida en que coincida con nuestro gusto, no hay duda de que
nos parecerá más o menos demagógica.
Por otra parte, el uso de la palabra demagogia se ha generalizado
de tal modo que cada día se parece más a la de fascismo. Uno llama a otro
fascista o demagogo con una facilidad pasmosa y al margen de que las ideas que
se expresen sean totalitarias, agitadoras o... simplemente sean incómodas a
nuestra forma de pensar. Por supuesto, y aprovecho para meter una cuña que
muchos considerarían demagógica, quienes usan más los términos referidos son
precisamente cierta izquierda y el nacionalismo, individuos totalitarios y
agitadores en estado puro que no reparan en llamar a otros lo que ellos son.
No sé si he dicho suficientes veces que amo mucho a Cataluña,
donde he vivido 40 años, y que la única razón de mi existir es una hermosa
catalana con la que me casé hace ya bastante tiempo. Pero precisamente por eso,
por amor (siento que quede tan cursi), no puedo soportar la degradación moral
que observo en Cataluña cada vez que la visito. Allí tengo, además, toda la
familia de mi esposa y la mía. Y raro es el día que no nos hablamos con unos o
con otros y nos ponemos al corriente de cómo van las cosas. Como es posible ver,
no hablo a humo de pajas en el terreno del nacionalismo catalán, sino que sólo
trato de reflejar mi opinión, exclusivamente mi opinión, de hombre de la calle
con cierta experiencia a pie de obra.
Quisiera comentar también la acusación de mentir que se me hace.
No me considero una persona preparada en infinidad de aspectos, lo digo en el
sentido de ese bagaje de conocimientos imprescindibles que se debe poseer para
el desarrollo de una actividad profesional, pero escribir en una bitácora a
título de desahogo de las inquietudes políticas que todos llevamos dentro no
debe comportar, ni muchos menos, conocimientos ilimitados. De modo que cuando a
alguien le apetezca llamarme mentiroso, si de verdad quiere acertar con el
insulto adecuado, será mejor que me llame ignorante y habrá dado en el clavo.
Eso sí, espero que me llame ignorante después de haber demostrado mi error o mi
falta de información. No fastidiemos y comencemos a llamarnos ignorantes con la
misma facilidad con la que hoy en día se le llama fascista y demagogo a todo el
mundo.
He dejado a propósito para el final el sentimiento del odio porque
debo reconocer algo importante: Sí, es cierto, siento odio. Siento odio hacia
el nacionalismo como lo siento hacia la leucemia, la lepra y el abuso de poder.
Creo que el nacionalismo, junto al islamismo, son los peores males ideológicos
que subsisten en este siglo recién comenzado. Con una gran diferencia entre
ambas ideologías: Los musulmanes vivos, salvo excepciones muy contadas, han nacido
y se han criado en el seno de esa aterradora religión que les encarcela, nunca
han conocido otra cosa ni han dispuesto de opciones para escoger la libertad.
Es más, su propia religión les condena a muerte si se deciden a apostatar. El
Islam es para ellos como una segunda piel que entienden que les cobija cuando
en realidad les oprime y les tiraniza, sobre todo a las mujeres, a las que
convierte en objetos de escaso valor.
Al nacionalista, especialmente al nacionalista ibérico (término
geográfico), hace 25 años que se le ofreció todo un abanico de posibilidades
para ser un demócrata y escogió el totalitarismo y la mezquindad de su pequeño
yo colectivo, de su falso derecho de los pueblos en detrimento del individuo,
de su lengua propia basada en anhelos telúricos, cuando el raciocinio nos dice
que los territorios jamás tienen lengua propia ni derechos, sino sus
habitantes. Y que si esos habitantes, por las razones que sean, son únicamente
una parte, no pueden imponer la lengua de un modo injusto a la totalidad de la población.
El nacionalista ibérico, a diferencia de cada uno de los 1.200 millones de
prisioneros musulmanes, durante todos los días del año puede decidir qué hacer
con su vida. Pero si la decisión que libremente adopte el nacionalista es
seguir siéndolo y subvertir de un modo u otro el orden legal establecido,
deberá saber que se ha decantado por una ideología dañina, totalitaria,
xenófoba, victimista, expansionista y pérfida. En pocas palabras: merecedora de
ser odiada porque conlleva el sufrimiento o la muerte para otros semejantes.
Artículo revisado, insertado inicialmente el 4 de julio de 2004 en
Batiburrillo de Red Liberal
PD: A pesar de que lo escribí hace 11 años, este es otro de esos
artículos que a mi juicio mantiene por completo la vigencia, especialmente en los párrafos finales que se refieren al nacionalismo. De modo que ya
falta uno menos en el trasvase de artículos que deberán pasar aquí procedentes
del antiguo Batiburrillo.
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