"Las dos Españas" es el subtítulo de esta parte del artículo, veamos el porqué: |
Cuando llevamos generación y media
de democracia en España y el bienestar del conjunto de nuestra sociedad se ha
centuplicado en lo económico, acercándonos a esa Europa próspera que años atrás
fue la envidia de nuestros padres o abuelos, al mismo tiempo ha ido surgiendo en
la calle el espíritu de las dos Españas: la España molesta con la propia
España, que nada le gusta de ella misma ni siente que haya heredado bien alguno
o tradición que valga la pena conservar y, al otro lado de la verja política,
la España púdica y retraída en exceso, dispuesta con frecuencia a ofrecer
disculpas por el mero hecho de existir. Sí, son dos Españas situadas en planos
paralelos, imposibles por tanto de reconciliar, cuyos objetivos parecen
definidos por las actitudes que se advierten en sus políticos más conocidos y
que obran de tal modo como consecuencia de la primacía que el nacionalismo
periférico ha logrado imponer en nuestra patria.
De un lado tenemos a Mariano Rajoy,
de quien podría afirmarse sin incurrir en una exageración que le
gusta el “toreo” de paraninfo, a poder ser con público selecto y suerte
reglamentada. Desde que don Mariano es el jefe de la Oposición, varias han sido
las lecciones magistrales de sensatez política que nos ha ofrecido, si bien
impartidas casi todas ellas en el Parlamento, a pie de escaño, sin que el aire
de la calle esparza unas ideas que suele plantear con abundante sentido común.
Si uno entra en la Web del Partido Popular, podrá advertir que en el apartado
“Entrevistas” de la sección de “Prensa”
apenas hay presencia del señor Rajoy ante los incontables medios informativos
que a buen seguro la requieren; todo lo contrario, es preciso remontarse al 2
de noviembre de 2005 para encontrar una escuálida entrevista en la COPE, de
esas cuyo conocido y lúcido entrevistador eterniza las preguntas y las
convierte en discursos.
De modo que podría decirse que el principal
representante de la España conservadora, o si se quiere liberal-conservadora,
no acaba de presentarse formalmente en sociedad y es, a lo que parece, proclive
a la trastienda política, llámese “maitines” junto a unos cuantos de sus
elegidos, dígase conferencia en la sede central de una organización empresarial
catalana. Pero siempre huyendo de las multitudes. Y hasta tal punto es así la
vocación seudo eremítica que se detecta en él, que muchos nos hemos asombrado
—acaso Rajoy en primer lugar— que a la chita callando el Partido Popular haya
logrado reunir a 200.000 personas para un acto tan significativo como declarar
viva a nuestra Constitución. De donde se deduce que algunos ciudadanos hubiesen
asistido a esa concentración incluso convocados por el propio Belcebú vestido
de rojo chillón. Aseguraría, por lo tanto, que de habérselo propuesto en serio
el jefe de los populares, y aquí bien pocas dudas caben, podría haberle sumado
algún cero a la cifra de asistentes a la Puerta del Sol, que fue una
concentración estática tibiamente eficaz e incapaz de impresionar a los
liberticidas.
Al otro lado se observa al
representante de la España insatisfecha y antojadiza, José Luis Rodríguez
Zapatero, de quien no costaría mucho aseverar que es un hombre dispuesto
siempre a mejorar a los demás pero nunca a sí mismo, ya que la perfección es a
todas luces insuperable. Pero si nos fijamos bien, lo suyo es la pura decisión
de no hacer nada que otro pueda hacer por él. Dicen que escucha, dialoga, promete
y... luego no cumple. Ello es así, porque necesita subvencionar a los de su
cuerda, que son esa gente dispuesta a todo trance a llevarse el gato al agua,
sea una Ley de Educación reformada muy a la baja y que incluya “espíritu
ciudadano” al izquierdoso modo, sea un Plan Hidrológico anulado a instancia de
parte contratante en el Pacto del Tinell, sea una cadena de televisión asignada
al rebufo de la propia ideología política, sean unas partidas presupuestarias
que se destinan a la región donde mejor y más de cara sopla el viento.
Pero claro, no son el señor
Zapatero ni su partido los que crispan mediante decisiones políticas que sólo
favorecen a la mitad de esa España fragmentada que la Constitución no ha
logrado evitar que se formase, no, son los populares que no aceptan permanecer
en la oposición y ansían a toda costa el poder, por lo que no reparan en medios
y en apropiarse, precisamente, de la defensa de los valores constitucionales.
Don José Luis tiene a gala sentirse rojo en un mundo democrático que ha
relegado a la condición de residuo a ese color político (véase la fuerza del
social-comunismo en Europa). Pero no sólo eso, nuestro Presidente desea
rescatar una historia no demasiado lejana en la que los buenos fueron
masacrados por los malvados y sin causa alguna que justificase tal horror. Así,
pues, nos hallamos hoy ante la peor de las encrucijadas posibles: La vuelta a
las rivalidades sin tregua y sin contemplaciones. Es decir, la provocación del poder
hacia una parte muy importante del pueblo que, como entonces, no se resigna
a...
¿Debemos creer que la culpa de todo ello es de las formaciones políticas
españolas, que como la propia España no tienen arreglo? Añadiré un ¡No! rotundo, puesto que en mi
opinión no es así. Buena parte de lo que está sucediendo hay que anotarlo en el
dudoso haber de la Constitución, diseñada erróneamente para evitar las mayorías
políticas al no existir la segunda vuelta y, como consecuencia de ello, incidiendo en la necesidad del pacto con partidos de
corte mafioso en lo político e inmoral en lo ideológico. Claro que aún es posible definirlo en otros términos y donde indico "mafioso" léase nacionalista, o separatista, o cismático, o farsantes inventores de una historia que jamás sucedió y que muchos de ellos creen real porque se la inyectan a los niños en los colegios.
Diríase que el señor Rajoy es de
los que piensan que la mejor manera de ganar una pelea es evitarla, y muy bien
que hará en la mayoría de las circunstancias de su vida, pero el rival al que
se enfrenta no sólo cuenta con todos los resortes del Estado, sino que se
comporta como un auténtico pendenciero que está dispuesto a echarse a
la espalda cuantas manifestaciones se produzcan en contra de sus proyectos
legislativos. Y no parece razonable que mientras una parte de España se
radicaliza y el señor Zapatero satisface el capricho de las
formaciones periféricas que desean perderla, y no sólo de vista, el resto
permanezca a expensas de un locutor de radio que se desgañita de seis a doce de
la mañana. Sí, esa concentración de la Puerta del Sol en Madrid ha estado muy
bien, aun considerando que no se quiso una multitud de asistentes, sino cuatro
amiguetes y alguna cámara de TV que permitiesen matar el gusanillo y así dejar que
el fuego no se extinga del todo. Pero Madrid es como jugar en casa y los
redaños se demuestran en campo contrario. Así, pues, si valoramos el proyecto
de Estatuto de Cataluña como la mayor amenaza de nuestra Constitución, está
claro que el siguiente partido hay que jugarlo en la Diagonal de Barcelona.
Artículo revisado, insertado inicialmente el 7 de diciembre de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
PD: Casi nada ha cambiado desde que escribí este artículo hace 10 años. Las dos Españas siguen ahí, cada vez más definidas. De una parte la izquierda antisistema (casi toda ella) y ese nacional-separatismo que no deja de jugar al "ahora va en serio y nos vamos". De otra la derecha, eficaz en lo económico y cobardona en todo lo demás. En cuanto a Rajoy, simplemente dejó de ser el jefe de la Oposición y ahora está finalizando su legislatura como Presidente. De qué se ha ocupado este buen hombre durante más de tres años y medio: De la economía y... Y... Y...
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