Como no todo va
a ser teclear sobre política, puesto que ya habrá tiempo a partir de mañana para
hablar largo y tendido de unas elecciones cuyo resultado se sabrá sobre la
medianoche, hoy quiero comentar una doble alegría que me ha producido el festival
de cine de Cannes:
De un lado, ese
estupendo premio que ha recibido Antonio Banderas, sin duda alguna merecido por
su brillante trayectoria y al margen de cómo se haya mostrado en una película
que no he visto, ni ganas de verla al estar dirigida por un auténtico “malapersona”
que jamás desperdicia la ocasión de tirarse al cuello de todo lo que no sea
social-comunismo.
De otro lado, y
muy relacionado con lo anterior, el fracaso estrepitoso de Pedro Almodóvar, al
que su claque habitual le asignaba a priori la palma de oro, como hace siempre la
camarilla que le acompaña, todos peloteando y buscando un papelito –o papelón,
el próximo año–, pero que a la postre se ha quedado incluso sin postre. Es
decir, “rien de rien” para Almodóvar en cuanto a premios y otras hierbas, que
en su caso hubieran sido hierbajos. Así, pues, una alegría tremenda, de las de por
todo lo alto, ante el resultado en blanco de semejante hipócrita, cuyo papel
estelar lo representó de “cejatero” en la era ZP.
Expresarte finalmente,
y en pocas palabras, mi deseo más sincero: ¡Agua, ajo y arresina! Es más, ni siquiera
digo que te den, porque unos cuantos saben que te gusta y no es plan de
complacerte.
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