No existe ningún ser humano que
posea el derecho a despreciar todo el tiempo a los demás, sobre todo si ese
desprecio es reiterado hasta la saciedad –en cada mitin– y va destinado a
cientos de miles de personas. De donde se deduce que pasar días y días llamando
a otros “derechita cobarde” –la cobardía es el peor de los insultos, porque
lleva aparejada la traición, la indignidad y la vileza–, es algo que solamente cabe
atribuirle a un “malas pulgas” que se hace acreedor a una crítica contundente y
que, lo más probable, le llegue a destiempo o desaforada.
Tal ha sido el desafuero de Dante Pérez Berenguer, candidato del Partido Popular por Lérida, cuando asegura que “hay que acabar
con los dirigentes de VOX”. Dante, ¿la frase la has pensado tú solito? Si fuese
así, no me extrañaría nada, ya que la peor soledad es la de los idiotas que se
creen muy listos, como parece ser tu caso. Y menos mal que no te ha dado por
acabar en masa con los millones de simpatizantes de VOX, porque puestos a
practicar la idiotez que sea a lo grande.
Lo anterior es para dejar claro
que, como votante del PP y muy dudoso hasta el último momento sobre si votar a
VOX, me siento despreciado cada vez que Abascal o algún otro dirigente nos ha
llamado “derechita cobarde”, incluso cuando nada justificaba el insulto puesto
que la campaña electoral ya había concluido y se conocía la debacle de Casado.
Lo cual no obsta para que el pepero de Lérida merezca toda mi repulsa.
Y ya vale de darle cuartelillo a
VOX o al PP, peor para ellos si deciden mantener el intercambio de insultos o
amenazas, como la extravagancia de VOX Andalucía al comentar “nosequé” respecto
a no aprobar los presupuestos de la Junta. En tal caso, ¿cuál sería el plan B, listillos de VOX? A este paso, amiguitos,
el silencio de Ciudadanos –la risa va por dentro– y el no entrar al trapo en
los navajeos acabará dándole más de 100 diputados.
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