Aparte del separatismo
periférico, cuyos dirigentes llevan varias décadas envenenando la sangre de la
población y omitiendo en sus territorios cualquier atisbo de democracia, que lo
asombroso es que en esas regiones aún queden cientos de miles que se consideren
españoles, el gran enemigo de la libertad y la prosperidad tiene un nombre:
social-comunismo, es decir, sanchismo ególatra y podemismo bolivariano. Enemigo
en España o en cualquier país donde esta gentuza se asiente, como se está
demostrando en Venezuela.
Así que voy a dejar aparcadas,
por el momento, las críticas a las rencillas de taberna de las tres derechas y
a destinar el reproche a quien más lo merece, esa izquierda sarmentosa que cada
vez que ha ejercido el poder nos ha acercado un poco más a la ruina y a la imposición
de unas leyes apestosas e injustas, como por ejemplo la de “Violencia de Género”
o la de “Memoria histórica”.
1) Sánchez quiere meter a ERC (15 diputados) en la Mesa del Congreso para ganarse su apoyo en la legislatura. Naturalmente, por el mismo precio
quiere vetar a VOX, que posee más diputados.
2) La Seguridad Social acumulará más de 30.000 millones de déficit durante la próxima legislatura sanchista. La verdad es que poco me parece para
un sujeto tan manirroto como Sánchez.
3) Otro palo que prepara Sánchez, además del
subidón de impuestos por 26.000 millones: revisará 60.000 millones en beneficios fiscales a las familias y las empresas.
Tengo claro que son unos planes
destinados a lo que siempre es el objetivo de la izquierda: el empobrecimiento acelerado
de una población –a partir del aumento del desempleo– a la que luego subvenciona
con limosnas (como los 400 euros a los parados de larga duración) para presumir
de un reparto social cuya desigualdad ellos han creado y, de paso, mantener a esa misma población cautiva en el voto. “O nos votas a nosotros o la derechona te quitaré
el subsidio”. En fin, acabo de reflejar una opinión que está basada, esencialmente, en
el latrocinio que va descubriéndose en el socialismo andaluz, donde una casta
clientelar lo tenía todo mientras el resto de los andaluces ocupan los peores
índices de calidad de vida en España.
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