lunes, 20 de mayo de 2019

La felonía interesada


Hay unos cuantos políticos cuyos orígenes hacen poco menos que incomprensible sus trayectorias, a menos, claro está, que las valoremos desde el punto de vista de la codicia o el odio, lacras que cuando afectan de lleno al hombre lo convierten en cualquier cosa menos en humano. En la actual política española hay al menos tres ejemplos claros de tipos codiciosos y felones:


Raúl Romeva, nació en Madrid, ciudad donde vivió hasta los nueve años. Luego residió en Caldas de Montbui, una población cercana a Barcelona y la Universidad Autónoma, centro “educativo” caracterizado por ser un verdadero criadero de nacionalistas y al que muchos consideran el alma mater de no pocos catanazis. De lo antedicho se deduce que Romeva no pudo soportar tanto adoctrinamiento y acabó por ser un converso de la jauría golpista, en su caso muy agravado por la enorme ingratitud a su lugar de nacimiento, si bien recompensado con generosidad a través de los altos cargos y sueldazos por donde fue pasando.

Gabriel Rufián. Nació en Santa Coloma de Gramanet, una ciudad cercana a Barcelona donde la gente que vive allí tiene las mismas raíces catalanas que los residentes en el barrio de Triana en Sevilla, por ejemplo. El caso de Rufián (un apellido que en verdad le hace justicia) es exactamente el mismo pero sus orígenes hay que buscarlos en Jaén y Granada, de donde proceden todos sus familiares directos. Este pájaro habla catalán desde hace un cuarto de hora y su pronunciación es espantosa, lo que para él supone cero problemas porque su partido, ERC, le ha convertido en el arquetipo del charnego agradecido (saca pasta por todas partes) que tanto les interesa a los cismáticos para, si cunde el ejemplo, lograr algún día una amplia mayoría de buenos separatistas. Sí, en el caso de Rufián nos encontramos ante un traidor no solo a sus orígenes, sino incluso a su propio idioma.

Gerardo Pisarello. Nació en 1970, Tucumán (Argentina), y en 1995 se trasladó a Madrid, con intención de cursar un doctorado en la Universidad Complutense, donde conoció al bolivariano Juan Carlos Monedero (tal para cual) y ambos sin duda se comieron el tarro uno al otro. La siguiente etapa de Pisarello fue la de incorporarse en 2001 a la Universidad de Barcelona,  como profesor de derecho constitucional. Algunos años más tarde, a través de su buenas relaciones con la jerarquía podemita en Madrid, Pisarello contactó con la rarita Colau, que inicialmente no disponía de la cantidad suficiente de basura para formar una lista electoral al ayuntamiento y recogió varios deshechos que le fueron recomendados. Y así se inició la carrera triunfal en la política de un señor de Tucumán que a su notable codicia le añade un enorme odio a España, como ha demostrado en varias ocasiones al retirar el busto del rey emérito del salón de plenos del Ayuntamiento de Barcelona y nuestra bandera del balcón municipal, mientras en el balcón de al lado permitía la estelada. Si, que nadie lo dude, a eso se le llama odio a España. A este sujeto Pisarello parece que le va llegando su hora, puesto que la rarita Colau diríase que se ha hartado de él y lo ha “archivado” en la Mesa del Congreso de los Diputados. Juraría que Colau (la rarita) le ha dicho algo semejante: ¡Siéntate ahí, mantén la boca cerrada y no molestes más a nadie!

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