Uno de
los objetivos de esta serie, con independencia de la credibilidad que cada cual le atribuya a Richard Ford, radica en documentar un hecho poco menos que
incuestionable: Cataluña ha sido siempre una región muy querida y mimada por
los españoles, sentimientos que entre los dirigentes catalanes nunca han
considerado recíprocos. Y la razón es bien simple, casi en cualquier época los
catalanes han contado con un Pau Claris, un Francesc Macià o un Jordi Pujol que
les ha envenenado la sangre, por citar solamente a tres de los separatistas más
conocidos. Veamos la siguiente entrega de Ford:
"Entre tanto (porque el crimen de
las absurdas tarifas aduaneras repercute tarde o temprano sobre el que lo
comete), el tesoro español es el verdadero perdedor, y las finanzas, como ha
sucedido siempre, son la humedad corrosiva, la debilidad del mal gobierno
bisoño; sin embargo, ahora el tema principal de la conversación catalana es
denigrar el comercio libre y meterse con Manchester, aunque no le resulte
agradable ni divierta al forastero. Dondequiera que se vaya, la sociedad está
obsesionada por pacas, dólares y envidia, y adopta las maneras del más bajo
tenderete de banca de segunda categoría.
Cataluña es, por tanto, mal sitio
para el viajero inclinado a los placeres, el buen gusto y la literatura. Las
clases bajas son brutales si se comparan con los frívolos valencianos o los
alegres andaluces; tampoco tienen las buenas maneras del aristocrático
campesino de las provincias centrales. Sus ropas, como sus casas, de enfoscado
pintado, son genovesas más que españolas. Los hombres llevan pantalones largos
y amplios de paño o pana de color oscuro en lugar de las Bragas valencianas o
los Calzones andaluces. Estos pantalones les llegan tan alto, hasta las axilas,
que puede decirse que son todo pantalón y nada cuerpo, diferenciándose sólo en
esto de los sans-culotte [sin calzones] franceses, cuyo gorro y cualidades
revolucionarias son idénticos a los suyos.
La alegre faja española de seda
es, sin embargo, indispensable. Sus chaquetas son muy cortas y les cuelgan de
los hombros cuando hace buen tiempo. En invierno llevan una especie de capote
que hace de capa española. Otra peculiaridad de su tocado es que no llevan ni el
sombrero gacho del Sur ni la montera de las provincias centrales, sino un gorro
rojo o morado, imitado del gorro frigio; el extremo les cuelga a un lado o bien
se deja caer sobre la frente. Como tienen la tez cadavérica y sus rostros
suelen estar sin afeitar y sus expresiones son habitualmente duras y sumamente
inquietantes, este gorro de la libertad, color sangre y digno de Robespierre,
les sienta muy bien; sus usuarios son amigos de los asados, muy buenos
comedores y dados al vino, que beben frecuentemente a la manera de los Rhytium
y las vasijas falovitrobólicas [parece que ha querido escribir, a su manera,
vasija de vidrio con forma de falo] de la antigüedad; no tocan el vaso con los
labios, sino que sostienen en alto el porrón, que es una botella de vientre
redondo con un caño o pitón, a la distancia del brazo, vertiendo el fresco
líquido boca adentro en una parábola etílica; nunca les falla la puntería,
mientras que el forastero suele acabar con la nariz o el pañuelo del cuello
empapados en vino.
Las mujeres son dignas de casarse
y criar catalanes. En general son de gran tamaño, ni bellas ni amables. Les
falta la belleza de la Valenciana, la gracia y aire de la Andaluza. Su traje
cotidiano suele consistir en un corpiño con un pañuelo mocado o un manto de
estameña [estambre] sobre la cabeza. Sus pendientes de amatista y esmeralda son muy moros,
y tan grandes y pesados que se sostienen con hilos que les cuelgan de las
orejas. Las clases altas van mejor vestidas. Las damas, auténtica herejía para
el verdadero atuendo español, y sólo lo hacen en Sevilla las inválidas. Además
de un idioma local ininteligible, los catalanes tienen monedas, ardites, pesos
y medidas también locales, diferentes de los de España, y desconcertantes para
el forastero; y suelen calcular en pesetas en lugar de hacerlo en reales,
porque la peseta representa a la antigua libra catalana, la livre o franco
francés".
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