domingo, 5 de mayo de 2019

Cataluña vista por un británico en 1830 (4)


Uno de los objetivos de esta serie, con independencia de la credibilidad que cada cual le atribuya a Richard Ford, radica en documentar un hecho poco menos que incuestionable: Cataluña ha sido siempre una región muy querida y mimada por los españoles, sentimientos que entre los dirigentes catalanes nunca han considerado recíprocos. Y la razón es bien simple, casi en cualquier época los catalanes han contado con un Pau Claris, un Francesc Macià o un Jordi Pujol que les ha envenenado la sangre, por citar solamente a tres de los separatistas más conocidos. Veamos la siguiente entrega de Ford:


"Entre tanto (porque el crimen de las absurdas tarifas aduaneras repercute tarde o temprano sobre el que lo comete), el tesoro español es el verdadero perdedor, y las finanzas, como ha sucedido siempre, son la humedad corrosiva, la debilidad del mal gobierno bisoño; sin embargo, ahora el tema principal de la conversación catalana es denigrar el comercio libre y meterse con Manchester, aunque no le resulte agradable ni divierta al forastero. Dondequiera que se vaya, la sociedad está obsesionada por pacas, dólares y envidia, y adopta las maneras del más bajo tenderete de banca de segunda categoría.

Cataluña es, por tanto, mal sitio para el viajero inclinado a los placeres, el buen gusto y la literatura. Las clases bajas son brutales si se comparan con los frívolos valencianos o los alegres andaluces; tampoco tienen las buenas maneras del aristocrático campesino de las provincias centrales. Sus ropas, como sus casas, de enfoscado pintado, son genovesas más que españolas. Los hombres llevan pantalones largos y amplios de paño o pana de color oscuro en lugar de las Bragas valencianas o los Calzones andaluces. Estos pantalones les llegan tan alto, hasta las axilas, que puede decirse que son todo pantalón y nada cuerpo, diferenciándose sólo en esto de los sans-culotte [sin calzones] franceses, cuyo gorro y cualidades revolucionarias son idénticos a los suyos.

La alegre faja española de seda es, sin embargo, indispensable. Sus chaquetas son muy cortas y les cuelgan de los hombros cuando hace buen tiempo. En invierno llevan una especie de capote que hace de capa española. Otra peculiaridad de su tocado es que no llevan ni el sombrero gacho del Sur ni la montera de las provincias centrales, sino un gorro rojo o morado, imitado del gorro frigio; el extremo les cuelga a un lado o bien se deja caer sobre la frente. Como tienen la tez cadavérica y sus rostros suelen estar sin afeitar y sus expresiones son habitualmente duras y sumamente inquietantes, este gorro de la libertad, color sangre y digno de Robespierre, les sienta muy bien; sus usuarios son amigos de los asados, muy buenos comedores y dados al vino, que beben frecuentemente a la manera de los Rhytium y las vasijas falovitrobólicas [parece que ha querido escribir, a su manera, vasija de vidrio con forma de falo] de la antigüedad; no tocan el vaso con los labios, sino que sostienen en alto el porrón, que es una botella de vientre redondo con un caño o pitón, a la distancia del brazo, vertiendo el fresco líquido boca adentro en una parábola etílica; nunca les falla la puntería, mientras que el forastero suele acabar con la nariz o el pañuelo del cuello empapados en vino.

Las mujeres son dignas de casarse y criar catalanes. En general son de gran tamaño, ni bellas ni amables. Les falta la belleza de la Valenciana, la gracia y aire de la Andaluza. Su traje cotidiano suele consistir en un corpiño con un pañuelo mocado o un manto de estameña [estambre] sobre la cabeza. Sus pendientes de amatista y esmeralda son muy moros, y tan grandes y pesados que se sostienen con hilos que les cuelgan de las orejas. Las clases altas van mejor vestidas. Las damas, auténtica herejía para el verdadero atuendo español, y sólo lo hacen en Sevilla las inválidas. Además de un idioma local ininteligible, los catalanes tienen monedas, ardites, pesos y medidas también locales, diferentes de los de España, y desconcertantes para el forastero; y suelen calcular en pesetas en lugar de hacerlo en reales, porque la peseta representa a la antigua libra catalana, la livre o franco francés".

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