En la última entrega de esta
serie, el autor destaca algunas de las traiciones francesas a los dirigentes catalanes,
quienes a lo largo de la historia, como consecuencia de unas ambiciones
desmesuradas que ni el territorio ni la demografía les permitía alcanzar, se especializaron en culpar a otros de sus propios fracasos. Y ahí siguen. Asimismo, concluye la serie con la breve opinión de Gerald Brenan (otro británico asentado en
España) sobre su paisano Richard Ford.
Richard Ford
“El obispo Julián, en tiempo de
Wamba (año 672 de nuestra era), no se muerde la lengua en su relato realmente
duro sobre la perfidia, el ateísmo y el terrorismo de los invasores franceses
(«España Sagrada», vi, 536). Tales verdades, si se contaran ahora, serían
consideradas como verdaderas difamaciones, pero los que quieran comparar esto
con las transacciones subsiguientes que han tenido lugar, ya sea bajo
Luis XIV, la República, Bonaparte o Luis Felipe, encontrarán que hay algo
que sigue sin cambiar y es incambiable en el carácter y la conducta nacionales
y sus consecuencias. Los catalanes, que son como los bereberes, pueden parecer
amables ahora a sus vecinos, con el fin de utilizarles en cooperar con su
oposición anticomercial a los tratados esparteristas [seguidores del general
Espartero, regente durante la minoría de edad de Isabel II]; pero no habrá más que
darles tiempo y buena oportunidad y volverán a su odio, que es producto del
miedo. Los franceses no sabrían tocar la guitarra catalana ni mejor ni peor que
los torpes entremetidos de «Hamlet» dominar los registros de su gaita, y el
honrado contrabandista acabará por volver las cosas a su estado normal.
Cataluña no ha producido nunca
mucho arte o literatura; el comercio y las artes utilitarias han sido las
ocupaciones obsesivas de sus habitantes, sobre todo durante estos cuatro
últimos siglos. Las cosas más dignas de verse son los Pirineos, las minas de
sal de Cardona, el convento de Montserrat y la ciudad y antigüedades de
Tarragona. La arquitectura eclesiástica tiene más ejemplos de la
gótico-normanda de lo que es habitual en España”.
Opinión de Gerard Brenan
“Ford hizo distintos viajes por
toda la Península en compañía de arrieros y vestido como un natural,
frecuentando siempre las clases bajas y criticando acerbamente la corrupción y
el mal gobierno del país; «el pueblo español es muy superior a sus dirigentes y
clases altas», escribió; aprovechó además para elaborar más de 500 dibujos.
Quedó enamorado de las costumbres hispánicas y hasta su muerte vistió como un
español; en una necrológica aparecida en 1858, se describe a Ford vestido «con
su chaqueta de piel negra de oveja española». En 1832 lo pintó el padre del
poeta Gustavo Adolfo Bécquer, José Domínguez.
A su vuelta a Inglaterra en 1833
se instaló en Exeter y construyó una residencia en estilo neomudéjar que
recordaba al Generalife y sus jardines; allí albergó una gran biblioteca de
libros en español que había reunido para estudiar a partir de 1837 la historia
y costumbres de este país, labor a la que quiso consagrar su vida. Asimismo
publicó numerosos artículos eruditos, siempre sobre asuntos y temas españoles.
Y fue un artículo suyo de 1840 sobre la fiesta de los toros el que lo puso en
contacto con el editor Murray, por entonces inmerso en la publicación de una
serie de guías turísticas sobre los distintos países de Europa bajo el título
de Handbooks. También elaboró tipografías para distintos trabajos artísticos,
como por ejemplo la Tauromachia (1852) de William Frederick Lake Price
(1810-1896)”.
Gerald Brenan 1974
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