En el panorama político español
hay cierta izquierda con unas actividades tan “raritas” que conviene ir
recordando algunas de ellas en beneficio del votante. Esa izquierda está representada por el
PSOE, cuyo historial en Andalucía convierte al partido en una máquina de
corrupción con motor diésel, por la mucha potencia que le ha dado durante
cuarenta años al clientelismo, la arbitrariedad y el latrocinio galopante
–que conforman un verdadero trío de razones para no votarles en la puta vida.
Uno de los ejemplares más
representativos acogidos por el socialismo es Bernat Soria, antiguo ministro a quien no le ha bastado arramblar con 150.000 euros anuales
de la Junta de Andalucía, a saber por qué trabajo, sino que al mismo tiempo se dedicaba
a unos cuantos chanchullos y empresas particulares completamente incompatibles
con el sueldazo anterior. Si le apetece, lea a continuación
un artículo sobre Bernat Soria y no deje de pinchar en el enlace final, donde
se dan las razones para creer que este pájaro es otro “Doctor Fraude”.
Si Drácula te ofrece el puesto de cochero, lo más probable es que poseas alguna experiencia en el manejo de coches mortuorios. Pura lógica. Por la misma razón, si ZP le encomienda la sanidad a un adulador biofísico, cuya trayectoria profesional se relaciona con cierta ética generalmente no aceptada —al menos por una parte importante de la población—, lo más lógico es creer que ambas éticas (política y biológica), de suyo propensas a los contravalores, pasen a fusionarse y pretendan imponerse en la sociedad. Si no fuese así el proyecto de ambos individuos, difícilmente Drácula habría contratado a ese cochero.
Bernat Soria se ha mostrado servil desde el minuto uno con su nuevo jefe, sobre el que sólo le ha faltado decir que tiene intención de clonarlo para que se perpetúe. A ZP ya le conocemos su faceta antisistema, lleva más de tres años demostrándola y alardeando de ella. Una faceta dispuesta siempre a propiciar leyes que erosionen cualquier institución opuesta al socialismo radical que él practica, sea el Partido Popular, sea la Iglesia católica —o simplemente cristiana—, sea esa parte agnóstica o no practicante de la población española —numerosísima— que difícilmente votaría al régimen zapaterino porque sabe que éste encierra una moralidad y unos modos distintos a los suyos.
Se trata, pues, de una simbiosis entre colegas éticos, la de Zapatero y la de Soria, destinada a perturbar cuantos valores morales en el ámbito del respeto a la vida humana y a las creencias religiosas cultiva la derecha española, dentro de cuyo recinto creo que cabe incluir a una parte nada despreciable de los liberales. Mal comparado, aquí lo que se pretende es la quema de iglesias —o sedes de partidos opositores— con la técnica del siglo XXI. Es decir, ya que no es posible lanzar a diario a la turbamulta a la calle, a poder ser en plena noche y con antorchas encendidas en las manos, el nuevo método consiste en tratar de anular, mediante leyes elaboras por una mayoría parlamentaria raquítica, las tradiciones que el conservadurismo español ama y respeta desde hace siglos, como puedan ser el derecho a nacer o a no precipitar la muerte de nadie.
No nos engañemos. Si ha sido Soria la persona encargada de llevar adelante unas reformas en la sanidad que se adivinan polémicas, por no hablar de atentatorias a los cánones más arraigados, ello es debido a que comparte en gran medida la revolucionaria visión de su patrono político. Ahora bien, la prepotencia de ZP es de tal magnitud —le caracteriza un mesianismo que le hace creer en el poder indefinido—, que no ha dudado en formar un Ejecutivo destinado a proyectar leyes antisistema capaces de acometer en todos los frentes a esa media España que considera enemiga, y por lo tanto no dudará en esbozarlas durante lo que queda de legislatura para ser enviadas en los siguiente cuatro años al Parlamento. De hecho, es posible aguardar de gente de tan baja estofa moral que “Educación para la Ciudadanía”, destinada a crear buenos niños socialistas, no sea más que una de esas leyes fundamentales del régimen zapaterino en el poder y se vea complementada con otros códigos de similar índole en todos los campos legislativos, incluyendo la denominada ley de “Memoria Histórica”.
En el caso de la sanidad, pongamos que no tardará en surgir una ley orgánica —“La bioética provoca el cáncer, ¡vacúnate!”— reservada a los adultos de escrúpulos más bien tibios. Ley en cuyo articulado es posible que se les diga a los profesionales de la medicina, la biología y a los usuarios en general que el aborto libre, la eutanasia, la ingeniería genética, la clonación, la medicina experimental, la investigación con células madre embrionarias… convertirán a nuestro país, o lo que quede de él, en la “Meca” del saber humano y en el referente ideológico de lo que ellos, los socialistas zapaterinos, con la maestría propagandística que les caracteriza, definirán como un “Estado de libertad total”.
Quien piense algo distinto a la decisión de crear nuevas leyes que socaven la tradición cristiana o humanista de los españoles, usando para ello formulaciones rechazadas por la bioética, no andará muy lejos de ser un ingenuo o un incondicional de Zapatero —lo cual a estas alturas no carece de mérito— y es posible que aún mantenga la misma ilusión que le despertó el bobo solemne cuando ganó las elecciones. Otros, como es mi caso, desde antes del pucherazo del 14-M, cuando las orgías callejeras del “No a la Guerra”, ya intuíamos que el entonces jefe de la Oposición era un tipo sin demasiados escrúpulos. Hoy, más de tres años después, sus constantes vilezas han corroborado mi impresión. Luego la relación ZP-Soria sólo puede tener un fin: “la quema virtual de iglesias mediante el sofisticado método de carcomer sus cimientos morales”.
Claro que también es posible que Bernat Soria no haga nada de lo dicho, siendo mi opinión demasiado agorera —admito esa posibilidad—, y sólo haya sido elegido ministro de Sanidad para que su nombramiento le toque las narices a la derecha y se distraiga en ponerlo a caldo, desviándose así el punto de vista crítico respecto de lo que debería ser un recordatorio diario y enfático: ¡la felonía practicada por ZP con los etarras y otros nacionalistas no armados! El tiempo dirá en qué concluye la simbiosis, si bien tiendo a creer que se pretende normalizar reglamento en mano el todo vale, lo cual sería un método nada ineficaz de ir alejando a los feligreses de las parroquias, sean religiosas, políticas o intelectuales.
PD: Además de lo dicho, hay determinada información contraria al buen hacer del Dr. Soria, comenzando por un currículum no demasiado claro.
Autor: Policronio
Publicado el 11 de julio de 2007
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