A partir de 1830 comenzó un periodo
de revoluciones en media Europa, los disturbios se iniciaron en Francia y Polonia
y fueron extendiéndose a Bélgica, Italia, Alemania y otros países en los años
siguientes. En ese contexto revolucionario, España parecía una balsa de aceite
que no se enturbió hasta el fallecimiento de Fernando VII, en 1833, cuando
comenzó la primera de las guerras carlistas.
En el citado 1830, Richard Ford
se aposentó en Andalucía (Sevilla y Granada) para que el buen clima aliviara la
enfermedad de su esposa, a la que probablemente le afectaba el mal de la época:
la tuberculosis. Alguna crónica afirma que Ford se aburría soberanamente mientras
su mujer permanecía a reposo, de ahí que optara por dejarla bien instalada, con
los cuidados necesarios y decidiera echarse a los caminos de España.
En esta nueva entrega, veamos que
nos dice Ford sobre la historia de Cataluña:
"La historia de Cataluña se
cuenta pronto. Desde las épocas más antiguas, Francia comenzó aquí sus
agresiones, y la Galia céltica invadió y hostigó a los íberos. Las razas
fronterizas se unieron finalmente, llegando a un acuerdo poco frecuente en la
historia de estos vecinos rivales, dando como resultado los celtíberos, que,
como participaban de ambas razas, heredaron las cualidades de las dos y se
convirtieron en la población más aurívora [codiciosa de oro], cruel, pérfida,
belicosa y brava de la Península.
Cataluña fue la primera conquista
de Roma; y fue aquí donde aquel imperio que se levantó gracias a la espada cayó
también por la espada, porque los godos entraron en España por esta provincia y
todavía queda constancia histórica de ello en el nombre mismo de Gothalunia.
Los godos fueron bien recibidos por el pueblo oprimido por la rapiña y las
extorsiones de los gobernadores romanos, y bandas de Bacaudae o Bagaudae [en
español, bagauda: rebelde] se levantaron contra ellos, igual que ha sucedido en
nuestro tiempo contra los franceses; los godos fueron desposeídos de sus
tierras por los moros, o más bien por los bereberes, los verdaderos vengadores
de la Península; y éstos, a su debido tiempo, fueron derrotados por los
españoles ayudados por las tropas de Carlomagno, cuyo principio era defender a
todos los que fuesen enemigos del Califa de Córdoba.
Cuando los musulmanes fueron
expulsados al otro lado del Ebro, la provincia reconquistada [Cataluña] se
dividió en departamentos o Veguerías y fue gobernada por condes cuyo poder era
delegado. Las libertades nacionales estaban garantizadas por un código de
Usatges y el pueblo estaba representado por parlamentos locales o
Universidades. La soberanía se hizo hereditaria hacia el año de 1040 en la
persona de Ramón Berenguer, que se alió con los franceses y normandos; de aquí
la introducción de su estilo arquitectónico. Cataluña se unió a Aragón en 1137
gracias al matrimonio de Ramón Berenguer IV con Petronila, la heredera de
Ramiro el Monje; y ambas regiones se incorporaron a Castilla por el matrimonio
de Femando e Isabel, siendo luego heredadas por Carlos V, su nieto".
Como se ha visto, Ford no se
molesta en contar con algún detalle la historia de Cataluña, probablemente
porque la ignora –como la de toda España– y desde los iberos hasta Carlos V
despacha el asunto en un par de párrafos cuyas frases van saltando cada varios
siglos.
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