Parece mentira
la cantidad de barbaridades y vilezas que se vieron ayer en el Congreso y el
Senado. Fue todo un circo de dos pistas, ubicado en sendas cámaras, donde no
hubo más que prerrogativas e inmunidad para los que vienen apostando desde hace
décadas por destrozarnos la patria española. La esfinge Batet, desde
lo alto de su Olimpo y con la mirada perdida en el infinito –una imagen que si
Dios no lo remedia nos ofrecerá durante cuatro años–, ni parpadeaba ante cada una
de las deslealtades que se cometían contra la Constitución española.
Aquello no fue ni
de lejos acatar nuestra Carta Magna, sino más bien una sarta de declaraciones
recalcitrantes a favor del golpismo. Hubo quien prometió por la república
catalana, eso sí, desde su ficticia situación de preso político a la que
también aludió. ¡Espantoso a más no poder!, que es lo que sucede siempre que la
Ley no se respeta: Todo un espanto, y mucho más si se hace con la connivencia de
quien preside la sesión.
Incluso algún catanazi
manifestó su fidelidad al 1 de octubre (1-O), esa fecha “gloriosa” que inicio
el golpe de Estado a partir de un referéndum donde cualquiera podía votar
cuantas veces le viniera en gana. Fecha que no tardaremos en ver colocada en
forma de placa –probablemente ya hay unas cuantas–, dando nombre a más de una
calle o plaza de numerosas poblaciones catalanas controladas por los de
siempre: esa asociación de municipios para la independencia, muchos de los
cuales están gobernados por los socialistas del PSC, facción a la que
pertenecen Batet y Cruz.
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