sábado, 8 de febrero de 2020

Diálogo



No conozco una palabra más desprestigiada e inútil que la de “Diálogo”. Ni siquiera es superada por la de “Pin” parental, que en el fondo encierra un propósito honroso pero exigido a lo cazurro y a destiempo frente o otros cazurros que encima van de superguays aun cuando tienden a desaparecer como partido. Y es aún mucho peor cuando el diálogo lo usan ciertos políticos de garrafa, que son los que no valen un pimiento bajo el prisma de la ética y a veces llevan coleta o miden casi dos metros, puesto que solo quieren dar la sensación de que todo se soluciona dialogando y la mala gente son los demás.


“Tómese tres píldoras de diálogo al día, una cada 8 horas”, diría algún mamón izquierdista para calmar la ansiedad de su oponente. Lo de mamón es válido aceptarlo en el peor de los sentidos, uno de ellos puede ser el de mamar de lo público, cuyo resultado es pasar de una vivienda de protección oficial a un palacete.  

Es más, lo del diálogo no ha surgido en los últimos tiempos, la palabra fue usada muy a menudo por el segundo peor presidente del gobierno que ha tenido España, ZP. Aclaro que el primero en la escala del horror político es el traidor Fraudez, que en 20 días ha logrado superar cualquier nivel de vileza anterior. Lo que ocurre es que ahora el uso del diálogo se ha convertido en una calamidad, a la altura de ese coronavirus que los comunistas chinos acabaron reconociendo cuando ya no pudieron ocultarlo más. Y si no que se lo pregunten al pobre oftalmólogo que en su momento alertó al descubrir que no era gripe común y acabó en la trena. Ahora dicen que ha fallecido, otros lo niegan. Tiendo a creer lo primero, en cuyo caso huelga la pregunta.

Ahora bien, se sabe que en el mundo de los catanazis y los euskonazis es donde usan más la palabra diálogo. Todos quieren una suerte de diálogo eterno con los poderes del Estado, ya que saben de sobras que cada equis tiempo de diálogo les caerá un momio (mucho beneficio con poco esfuerzo) en forma de nueva transferencia o cesión de titularidad de un bien público. La clave, eso sí, consiste en no tener ninguna prisa y en atender al refrán: “Con el tiempo y una caña… hasta las más verdes caen”.

En el caso del diálogo entre un alto cargo del Estado y un separatista, el chantaje político ayuda aún más que una caña. ¿Quieres que te apoye en los presupuestos y ganas un año de vidilla?, preguntó un podrido dialogador de ERC al doctor Fraudez. ¡Sí!, respondió éste con entusiasmo. Conforme, te apoyaré en los presupuestos, pero que sepas que entonces me quedo el Aeropuerto del Prat y ya puedes olvidarte de los 70.000 millones de euros que le debemos a Hacienda. De donde se deduce que la palabra diálogo no anda lejos de usarse como un medio propicio para el chantaje.

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