Por lo que
conozco de Francisco Igea, parece que este buen señor aspira a presidir
Ciudadanos o, en su defecto, a ser el Feijóo de Castilla y León, es decir, juraría
que pretende conformar un partido donde no falten ciertas baronías que se pasen
por el forro lo que decida la Ejecutiva nacional. Vamos, lo que pudiéramos considerar
el horror de “la España de las autonomías”, pero en partidos políticos.
La Ejecutiva está
ahora en manos de una Comisión Gestora presidida por Villegas, pero dentro
de poco deberá escoger a un presidente, cargo que probablemente recaiga en Inés
Arrimadas. Y ese es el problema para Igea, Arrimadas de jefa, una señora de
gran carisma, muy querida por los simpatizantes de Ciudadanos, y de un valor
político demostrado, sobre todo en Cataluña, al que Igea no llega ni de lejos, si
exceptuamos su ambición territorial.
El pretexto de
Igea para presentarse contra Arrimadas, algo que me parece muy bien siempre que
responda a razones de peso, es que quiere que “Ciudadanos siga siendo un proyecto autónomo y permanezca donde nació, en el centro”. Ahora bien, advierto dos circunstancias anacrónicas en el argumento de Igea:
1. Es de lo más
peregrino que un partido con 10 diputados quiera mantenerse a toda costa en lo
alto de la almena centrista. ¿Sabrá este hombre para qué se inventaron las
alianzas electorales? Sobre todo en tiempos de crisis nacional. ¿Sabrá cuál será
la influencia que Ciudadanos, si mantiene su centrismo inmaculado, podrá
ejercer sobre un socialismo echado al monte de la parcela comunista-separatista?
2. ¿Qué futuro
le aguarda a un partido que no antepone el patriotismo español, hoy tan
necesario y al estilo Arrimadas, frente a esa postura de Igea tendente a no ser
ni carne ni pescado y destinada a pactar a ambos lados, si interesa? Si se tiene
cierta perspicacia, en lugar de encastillarse en la idea centrista, es obligado
actuar según un orden de prioridades establecido por la situación política, y ésta
viene marcada hoy en día (y probablemente durante toda la legislatura) por un
gobierno plagado de bandoleros sin escrúpulos y asalta bolsillos.
En resumen, los
partidos políticos, como las personas, tienen sus ciclos: Nacen, crecen, se
consolidan, decaen y mueren. Así ocurrió con la UCD de Suárez, ¡quién lo
hubiera dicho en su momento!, lo mismo que sucedió con el PCE de Anguita, hoy
con dos diputados de IU incrustados en Podemos. Espero no tener que narrar algún
día que Ciudadanos ha pasado a mejor vida a causa de la llegada de Igea a la
presidencia del partido, quien no debe obviar que su partido se encuentra ahora
de lo más decaído.
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