jueves, 5 de noviembre de 2015

Marcel.lí o el agua como repugnante instrumento político (479)

No es precisamente una visión de Estado lo que caracterizó a Marcelino Iglesias, Marcel.lí para sus muchos amigos nacionalistas catalanes. Si acaso lo que este hombre demostró en sus años al frente del gobierno de Aragón fue una rotunda miopía, porque con tal de mantenerse en el poder mediante el uso de la consigna populista apostó por eliminar el Plan Hidrológico Nacional, del que hizo bandera en contra aunque sin llegar a percibir que de haberse realizado dicho plan quien más ganaba, con gran diferencia, era el propio Aragón, a cuyas obras se destinaba la parte del león de las inversiones en infraestructuras. En resumen, parece que Marcel.lí fue partidario de la mezquindad y del viejo aforismo: Yo me quedaré ciego pero a ti te saco un ojo. 

Uno de los políticos más sectarios dentro del mundo de la izquierda digamos… española, título bastante difícil de alcanzar puesto que la materia prima abunda por doquier entre los que practican tal ideología, es, sin duda alguna, Marcelino Iglesias —o Marcel.lí, como se le conoce a causa de sus veleidades nacional-catalanistas—.  Pues bien, resulta que al personaje no se le ocurre ahora otra cosa, de cara a la galería en Aragón, que anteponer la mezquindad y el interés a su criptocatalanismo cada vez más confeso. Dos posturas que, lógicamente, se dan de patadas si se pretenden aunar. Me explico:

Aragón ha sido desde siempre una comunidad al alcance de cualquiera de las dos formaciones políticas mayoritarias. De hecho, tanto PP como PSOE han gobernado la región, si bien con los votos de un tercer partido de extraña trayectoria, el PAR, que ha ido pasando de la derecha hacia la izquierda en sus diversos congresos y ahora es, sencillamente, nacionalista a secas. Es decir, la alternancia política de los partidos en Aragón —algo siempre recomendable para cualquier territorio— estaba poco menos que garantizada mediante dos tendencias hegemónicas, más un partido bisagra, el PAR, y otros dos grupúsculos de chichinabo que no sé dónde catalogarlos, salvo en el esperpento, y que atienden a los nombres de Chunta Aragonesista e Izquierda Unida.


Un buen día del año 1998, francamente venturoso para nuestro amigo Marcel.lí, con la publicación del Libro Blanco del Agua se inició lo que pidiéramos denominar los primeros pinitos para la realización del Plan Hidrológico Nacional, que por supuesto comprendía el trasvase de agua excedentaria entre cuencas. Y con el Ebro hemos “topao”, ¡mira por dónde!, porque Marcel.lí, iluminado ese día por algún rayo cósmico, comenzó a frotarse las manos al comprender que negarle el agua a los demás podía depararle un esplendoroso futuro político.

De modo que comenzaron a alzarse las banderas del no al trasvase, a hermanarse con las que, a su vez, izaban los nacionalistas catalanes y así se decantaron a favor de Marcel.lí los votos indecisos, muchos de los cuales al grito de “el Ebro es mío, que se pierda en el mar antes que darle una gota a nadie” —grito que coincidía exactamente con el proferido por los nacionalistas en Cataluña— le hicieron la jugada redonda a un socialista (¿?) de la Franja —dato a tener en cuenta— que al no poder enarbolar la lengua o la raza como un hecho diferencial en el que envolver sus ansias de poder y su aspiración a crear un régimen chavista (del andaluz Chaves), decidió usar el agua como herramienta política.

Y comenzaron los pasacalles y el tronar de dientes en “Zaragón” (el resto de la comunidad reaccionó con apatía), a fin de paralizar —¡pásmense!— el trasvase de un río  a unos pasos de su desembocadura, justo en un tramo en el que el Ebro lleva ya casi 100 kilómetros fuera de las tierras aragonesas y la lógica indica que nada debería poder alegarse al respecto. Sin embargo, hay quien ha argumentado que, de realizarse el trasvase hacia el Levante, supondría hipotecar una cuota de agua en detrimento de la que se necesitaría en los campos aragoneses, en el supuesto de contar alguna vez con las infraestructuras necesarias.

Y no es mal argumento, no señor, especialmente si ahí acaba toda la objeción y se convierte en un eslogan político destinado a los que sospechan que van a robarles lo suyo. Bien, pues ese eslogan es simplemente falso, ya que el PHN lo primero que tuvo en cuenta es la necesidad de agua en Aragón y el modo de embalsarla y distribuirla por sus tierras. Para lo que se previó una serie de obras costosísimas que determinarían que la Comunidad aragonesa fuese la principal beneficiaria del PHN, con mucha diferencia.

En el año 2004 quedó paralizado el PHN mediante una buena bajada de pantalones de ZP ante Carod Rovira, lo que a Marcel.lí le vino al pelo, y en el 2007 nuestro hombre volvió a ganar las autonómicas en Aragón sin dejar de vivir de rentas del “No al trasvase”. No importa si, entretanto, quedaba paralizado el resto de ese PHN que tanto debía beneficiar a esas tierras aragonesas que ven pasar el Ebro desde sus plantaciones de secano y cuyos agricultores se habían mostrado de acuerdo con el proyecto de los populares. Y lo que es peor, en los últimos cuatro años bien poco ha hecho Zapatero para remediarlo y en los siguientes, como consecuencia de esa mayor financiación que reclama el Tripartito catalán y que su nuevo estatuto avala, bien poco podrá hacerse respecto al secano de Aragón, cuanto más si se considera que han llegado las vacas flacas. Eso sí, secano cuando no se dan inundaciones que destrozan los sembrados, lo que suele suceder al menos dos veces al año.

Pero hete aquí que en las últimas semanas, para más inri, el gobierno de los zapaterinos —especie vegetal de plantas rastreras que todo lo invade— ha resuelto un trasvase del Ebro hacia Barcelona. ¡Cielos, que horror, nuestro gozo en un pozo! A lo que Marcel.lí ha respondido de la siguiente manera: Primero ha negado que fuese un trasvase, ya que sus asesores jurídicos así se lo indicaban y podía chafársele la guitarra si esos mismos asesores hubiesen dicho algo distinto. Para, casi de inmediato, vistas las precipitaciones de mayo y considerando por su cuenta que el Área Metropolitana de Barcelona había resuelto el problema, pasar a recurrir ante el Tribunal Constitucional ese trasvase que no era un trasvase porque “ya no hay emergencia en Cataluña”. ¿Se puede poseer un espíritu más mezquino? ¿Se puede llegar a ignorar con tal desvergüenza que una nueva sequía puede afectar reiteradamente a los catalanes, en los próximos años, y que el trasvase es de lo más necesario?

De todo esto saco una conclusión: Como consecuencia de la política socialista, y también en no pocas ocasiones de los populares, España se ha situado en manos de unos codiciosos politicastros regionales, de mente tan estrecha como resentida, que carecen por completo del más mínimo sentido del Estado. En cualquier nación civilizada, y ya comienzo a tener serias dudas de que España lo haya sido alguna vez, lo más usual es que los políticos regionales usen el cargo como un paso intermedio para alcanzar la verdadera cima política, que en nuestro caso es la del servicio a la Nación española en su conjunto, es decir, el Gobierno de España. No obstante, hace varios años que está sucediendo justo lo contrario y cada politiquillo que llega al gobierno de una comunidad autónoma, con la excusa que tenga a bien elegir —en este caso el agua—, arenga incesantemente a sus paisanos con un único propósito: Crear la crispación y el enfrentamiento conveniente entre los votantes para eternizarse en el poder regional, no importa si para ello se perjudica sobremanera a otras regiones españolas e incluso a la propia. Como miserablemente ha venido haciendo Marcel.lí.


Artículo revisado, insertado el 16 de mayo de 2008 en Batiburrillo de Red Liberal

PD: Transcurridos 7 años de unas decisiones políticas tan lamentables como las descritas, ni Aragón tiene solucionada la dualidad de su clima: sequía extrema-inundaciones, ni el Levante español cuenta con el agua que sus agricultores necesitan. Y todo esto ocurre como consecuencia de vivir en un país, España, donde sus regiones no cesas de pelearse entre sí con cualquier motivo, mientras que los políticos del Gobierno de España no acaban de interesarse en atender esos problemas. 

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