sábado, 11 de mayo de 2019

Cataluña vista por un británico en 1830 (y 7)


En la última entrega de esta serie, el autor destaca algunas de las traiciones francesas a los dirigentes catalanes, quienes a lo largo de la historia, como consecuencia de unas ambiciones desmesuradas que ni el territorio ni la demografía les permitía alcanzar, se especializaron en culpar a otros de sus propios fracasos. Y ahí siguen. Asimismo, concluye la serie con la breve opinión de Gerald Brenan (otro británico asentado en España) sobre su paisano Richard Ford.


Richard Ford
“El obispo Julián, en tiempo de Wamba (año 672 de nuestra era), no se muerde la lengua en su relato realmente duro sobre la perfidia, el ateísmo y el terrorismo de los invasores franceses («España Sagrada», vi, 536). Tales verdades, si se contaran ahora, serían consideradas como verdaderas difamaciones, pero los que quieran comparar esto con las transacciones subsiguientes que han tenido lugar, ya sea bajo Luis XIV, la República, Bonaparte o Luis Felipe, encontrarán que hay algo que sigue sin cambiar y es incambiable en el carácter y la conducta nacionales y sus consecuencias. Los catalanes, que son como los bereberes, pueden parecer amables ahora a sus vecinos, con el fin de utilizarles en cooperar con su oposición anticomercial a los tratados esparteristas [seguidores del general Espartero, regente durante la minoría de edad de Isabel II]; pero no habrá más que darles tiempo y buena oportunidad y volverán a su odio, que es producto del miedo. Los franceses no sabrían tocar la guitarra catalana ni mejor ni peor que los torpes entremetidos de «Hamlet» dominar los registros de su gaita, y el honrado contrabandista acabará por volver las cosas a su estado normal.

Cataluña no ha producido nunca mucho arte o literatura; el comercio y las artes utilitarias han sido las ocupaciones obsesivas de sus habitantes, sobre todo durante estos cuatro últimos siglos. Las cosas más dignas de verse son los Pirineos, las minas de sal de Cardona, el convento de Montserrat y la ciudad y antigüedades de Tarragona. La arquitectura eclesiástica tiene más ejemplos de la gótico-normanda de lo que es habitual en España”.

Opinión de Gerard Brenan
“Ford hizo distintos viajes por toda la Península en compañía de arrieros y vestido como un natural, frecuentando siempre las clases bajas y criticando acerbamente la corrupción y el mal gobierno del país; «el pueblo español es muy superior a sus dirigentes y clases altas», escribió; aprovechó además para elaborar más de 500 dibujos. Quedó enamorado de las costumbres hispánicas y hasta su muerte vistió como un español; en una necrológica aparecida en 1858, se describe a Ford vestido «con su chaqueta de piel negra de oveja española». En 1832 lo pintó el padre del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, José Domínguez.

A su vuelta a Inglaterra en 1833 se instaló en Exeter y construyó una residencia en estilo neomudéjar que recordaba al Generalife y sus jardines; allí albergó una gran biblioteca de libros en español que había reunido para estudiar a partir de 1837 la historia y costumbres de este país, labor a la que quiso consagrar su vida. Asimismo publicó numerosos artículos eruditos, siempre sobre asuntos y temas españoles. Y fue un artículo suyo de 1840 sobre la fiesta de los toros el que lo puso en contacto con el editor Murray, por entonces inmerso en la publicación de una serie de guías turísticas sobre los distintos países de Europa bajo el título de Handbooks. También elaboró tipografías para distintos trabajos artísticos, como por ejemplo la Tauromachia (1852) de William Frederick Lake Price (1810-1896)”.
Gerald Brenan 1974

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