jueves, 9 de mayo de 2019

Cataluña vista por un británico en 1830 (6)


En el penúltimo capítulo de la serie vemos que el británico Ford da una relación de sublevaciones catalanas contra la Corona de la cual dependía, fuese la de Aragón, que aunaba los territorios de Valencia y Baleares, o fuese más tarde la de la España unificada. Como consecuencia de ello, la burguesía catalana nunca cesó de padecer reveses, puesto que Cataluña poseyó poca población en los siglos anteriores (en 1492, el reino de Castilla contaba con 4,2 millones de habitantes y toda la Corona de Aragón con 850.000, menos de la mitad en Cataluña).

Conviene destacar que se habla de sublevaciones burguesas (o municipales), porque ese tercer brazo, denominado Real (junto al eclesiástico y el militar o aristócrata) conformaba desde siempre la parte más activa de un Parlamento catalán finalmente abolido por Felipe V tras la guerra de Sucesión y no recuperado hasta el siglo XX. De ahí que Cataluña, por más que intentara sublevarse una y otra vez, nunca fuese rival ante la enorme superioridad demográfica de España o Francia. Veamos qué nos detalla el británico Ford:

"Siempre suspirando por su antigua independencia [Richard Ford incide en lo que nunca ocurrió, salvo en breves períodos de rebeldía o de sumisión a Francia], Cataluña nunca ha dejado de ser una espina para todos sus dueños extranjeros. Se rebeló contra Pedro III de Aragón en 1277 y 1283; y de nuevo en 1460 contra Juan II, apoyando la causa de su hijo Don Carlos, y más tarde declarándose república, que no pudo ser suprimida hasta 1472. Sólo prestó una hosca fidelidad a la dinastía austríaca mientras ésta se mantuvo en el poder; pero en 1640, aprovechando la incapacidad de Felipe IV, como buena oportunidad para sus propósitos, se arrojó en los brazos de Luis XIII, que se proclamó conde de Barcelona, tomando Perpiñán, el gran objetivo de Richelieu en 1642, y privando de esta forma a España del Rosellón, su baluarte del Nordeste, en el momento mismo en que perdía su apoyo occidental en Portugal. Esta insurrección, dominada en 1652, renació en 1689. Luis XIV, por la paz del Bidasoa, en 1660, garantizó a Cataluña sus libertades, que su nieto Felipe V abolió por completo, habiendo llevado antes el fuego y la espada a toda la desventurada provincia.

Luego se impuso a manera de castigo un oneroso gravamen fiscal sobre los ingresos en lugar de todos los demás impuestos españoles, pero esto, al dar libertad al comercio, resultó ser un beneficio, ya que la industria local se incrementó una vez más. En nuestros tiempos no ha habido ninguna insurrección, ya sea a favor o contra los franceses, por una facción servil o liberal, en la que los catalanes no hayan llevado la voz cantante. Han apoyado a todas las opiniones y causas, siendo constantes solamente en su deseo de rebelarse, de descentralizarse y de volver a ganar sus antiguas libertades y monopolios. Los catalanes, situados entre dos fuegos, y siendo alternativamente víctimas de España y de Francia, no tienen razón alguna para amar a sus vecinos, aunque estén dispuestos a aliarse con cualquiera de ambos siempre que convenga a sus intereses particulares y locales.

Ésta ha sido constantemente una acentuada y quizá necesaria política en la frontera pirenaica, y es resultado de la posición geográfica. Fue así como Munuza, el jefe bereber de Cerdaña, y Amoroz, el emir de Huesca, se aliaron con los franceses contra los moros cordobeses. Y fue también así como en Gerona la gente se alió alternativamente con Pepino y Solimán. Y de esta manera, en Zaragoza, llamaron a Carlomagno, y luego, cuando se vieron liberados de sus enemigos, se volvieron contra su protector, negándose a admitirle en sus ciudades amuralladas, rompiendo todas las promesas, atacándole cuando volvía a su tierra y difamándole después, de la misma manera que han hecho los españoles en nuestros días con sus libertadores ingleses: véase La Coruña. En ningún sitio supura el miedo y el odio contra Francia tan profundamente como en Cataluña: «Nulle part ailleurs», dice Foy (IV. 137), «les pères ne transmetten aux enfans plus de haine contre les Français leurs voisins. Ils leur reprochent de les avoir entrainés pendant le 17ème siècle dans les révoltes continuelles contre les Rois d’Espagne, et les avoir abandonnés ensuite au ressentiment d’un maître outragé». [Traductor de Google: "Los padres no transmiten a los niños más que odio contra los franceses, sus vecinos. Los reprochan por haberlos arrastrado durante el siglo XVII a continuas revueltas contra los reyes de España, y luego abandonarlos al resentimiento de un maestro indignado "].

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