lunes, 7 de enero de 2019

La izquierda se agarra como un clavo ardiendo a la ley de “Violencia de género”


A unos partidos tan farisaicos, a menudo golpistas y con frecuencia totalitarios, como son los de la izquierda, hay dos tipos de personas que los siguen: Un reducido grupo de sedicentes intelectuales y artistas, interesados en la subvención o el enchufe –ya logrado o en vías de lograrlo–, y una buena cantidad de gente, muchos de ellos confiados y de carácter disciplinado, que responden de ese modo como consecuencia de la falta de conocimientos sobre la realidad histórica del socialismo y que manifiestan credulidad a las consignas que tan a menudo reciben.


Unas consignas –repitamos el término clave– que a menudo han sido propagadas por gente engañosa y atestada de codicia, lo que se advierte al comprobar cómo viven los cabecillas del social-comunismo –hoy ejemplificado en Podemos–. La pregunta sería: ¿Es posible advertir, asimismo, de qué modo ha mejorado la situación de la denominada clase baja? Sí, es posible: ¡No ha mejorado en nada, al contrario! Hay numerosos ejemplos para demostrarlo: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, y un largo etcétera de naciones que se adentraron en el declive en cuanto la izquierda se hizo con el poder. Ya no hablemos de los territorios que componían la antigua URRS, muchos de los cuales, incluso en el sur de Europa, pongamos Bulgaria y Rumanía, aún no alcanzan un nivel mínimo de prosperidad.

Así pues, con la caída del Muro de Berlín a consecuencia de la miseria generalizada en la que vivía el socialismo real o comunismo, la izquierda tuvo que renunciar, como arma de confrontación, al uso de los pobres contra los denominados capitalistas, si bien no se resignó en absoluto a perder toda la hegemonía sobre la población. Le llevó su tiempo crear un nuevo modelo de enfrentamiento que le diese el soporte de las masas, pero al final lo consiguió y estableció la nueva ruptura de la sociedad en dos bandos irreconciliables: hombres contra mujeres, ¡asombroso!, modelo según el cual la mujer es una víctima y el hombre un verdugo, arquetipos a partir de los cuales se elaboró la ley de violencia machista en tiempos de Zapatero, hoy también denominada violencia de género.

De tal modo que la palabra de una mujer que denuncia maltrato –en no pocas veces como consejo del abogado antes del divorcio– debe ser creída por ley y a su pareja o marido se le debe expulsar del domicilio conyugal, aplicarle una orden de alejamiento, y a menudo privarle de ver a sus propios hijos, si es que además la historia no concluye con una temporada del hombre en prisión. Eso sí, se sabe que a menudo las denuncias se realizan en viernes, para que de este modo, ante unas decisiones judiciales que no llegarán hasta el lunes, el “macho maltratador” pase el fin de semana en el calabozo.

Así, de un modo claramente inicuo, la izquierda ha logrado reclutar a unos cuantos rebaños de feministas y a no pocos LGTB radicalizados. Y si a sendos colectivos se le añaden los miles de políticos enchufados, los sedicentes artistas de todo tipo y los incontables sindicalistas liberados e incapaces de mantenerse a sí mismos con las cuotas de sus afiliados, no es de extrañar que cuando la izquierda es la que controla el presupuesto de cualquier institución –caso de la Andalucía socialista–, no deje de subvencionar a todos los grupos citados con grandes partidas de dinero público, lo que a cientos de miles de personas les permite vivir del cuento y que en las elecciones se transformen en voto cautivo para que todo siga igual.

PD: Y Ciudadanos sigue sin querer cambiar ni una coma.

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