jueves, 24 de enero de 2019

Tirano no come carne de tirano


La hermandad entre los déspotas, puesto que se necesitan entre ellos para no aislarse demasiado y sobrevivir, es un hecho habitual que sostienen mediante la opresión hacia el pueblo que dicen representar y al que tratan de inculcar todo el miedo posible. ¡Comunismo puro! O lo que es casi peor: médula de islamismo a la turca, una ideología discordante con la libertad.

El islamismo turco que se cita –no confundir con el islam–, supone la variante política, si bien más disimulada, de cuantas satrapías pro yihadistas descaradas se dan en el Oriente cercano. Turquía es, gracias es ese déspota con ínfulas conocido como Erdogan (Recep Tayyip), una especie de sultanato con aspiraciones a integrarse en la Unión Europea. ¡Ni en sueños va a conseguirlo mientras Turquía no se democratice a tope! Desde luego que no basta el maquillaje que Erdogan aplica, capa tras capa y difunde por Europa a través de sus millones de emigrados.


La última burla de Erdogan a la democracia ha sido transmitir “su apoyo al hermano Maduro”, y a la par le ha pedido al déspota venezolano que “se mantenga fuerte, que estamos con él”. Prueba concluyente, como se indica al inicio, de que los tiranos forman hermandad y nunca se descabezan entre ellos. No olvidemos que las tiranías se extienden cuando la vileza invade a los dirigentes de una nación y luego contamina a otras. Por eso los amigos de un déspota siempre le resaltan el verdadero instinto incluso al que quiere ocultarlo. Y el turco Erdogan, con su apoyo abierto al dictador venezolano, ha demostrado su falta de escrúpulos y su verdadero yo.

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