Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil. |
Por el simple hecho de que el nuevo presidente de Brasil,
Jair Bolsonaro, haya decidido anular la invitación a los representantes de tres
dictaduras: Cuba, Nicaragua y Venezuela –¡que ya está bien el exceso de
cuartelillo dado a los tiranos de izquierda!–, uno tiende a creer que nos encontramos
ante un político con las ideas claras y la conducta a un nivel aceptable,
cuestión que el tiempo se encargará de confirmar o desmentir a través de sus decisiones.
Como se sabe, para la izquierda en general, sobre todo si ha
tenido que abandonar el poder a causa de la corrupción que ha practicado desde
el año 2003, como sería el caso de los dos anteriores presidentes brasileños, Lula
da Silva y Dilma Rousseff, Bolsonaro será perpetuamente un apestado ultraderechista,
haga lo que haga y diga lo que diga, y acerca del cual vale cualquier método –atentado
en campaña electoral incluido– para evitar que gobierne. Y será siempre así, ultraderechista,
obviando que ganó las elecciones con más del 55% de los votos.
La gran nación brasileña (16 veces el territorio de España y
más de 200 millones de habitantes) merece que finalmente se le dé una oportunidad
a la derecha representada por Bolsonaro, sobre todo si se tiene en cuenta que
posee una población desempleada de más de 13 millones de personas y unos
cuantos millones más en subempleo, a los que una política económica más liberal
y creadora de riqueza les vendría de perlas. De otro lado, cómo no dejar que inicie
su mandato un hombre cuya frase favorita en lo económico es esta: “El libre
mercado es la madre de la libertad”.
Vea a pie de página el ideario de Batiburrillo.
Vea a pie de página el ideario de Batiburrillo.
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