Ahora mismo estáis, respecto a Vox,
en esa posición altiva en la que dais la sensación de que lo más importante sea
la “pureza de sangre” democrática. El patrón universal de cualquier medida es
el ser humano, eso está claro, que definió hace siglos, a partir de su propia
envergadura mental o física, lo que es grande o pequeño, lo comprensible o misterioso,
lo alejado o lo contiguo…, y por supuesto lo bueno o lo inaceptable en la
política.
Pues bien, diríase que vosotros,
los de Ciudadanos, habéis definido con no poca cerrazón el patrón universal de cómo
debe pensar y actuar un partido político, de tal modo que cualquier otra
formación cuyos miembros no se definan según determinado proceder –un proceder que en
vuestro caso no ha dejado de dar bandazos desde que existís–, entonces no
merece ni siquiera la oportunidad de reunirse con ellos aunque solo sea para tomar un café y convenir
el desacuerdo, valga la expresión.
No y mil veces no, respecto a vuestra
postura encastillada, con el puente levadizo izado y las almenas pobladas de
arqueros, cuyas expresiones de fiereza –tal vez fingidas– dan a entender que únicamente
es en vuestra fortaleza donde alumbra la razón y, obligado seas, ello os exige evitar
cualquier negociación con los ultra impuros de sangre: Vox. ¡Lástima que cerca
del castillo no contéis con una estación parecida a la de Jerez!, en cuya sala
de espera la pureza de sangre se adormece o, al menos, ralentiza su
efervescencia.
Frases semejantes a las
antedichas, pero mejor escritas, son las que he leído en las últimas horas-días
y he llegado a la conclusión siguiente. Si fracasa la posibilidad de regeneración
política en Andalucía –un fracaso que podría llegar a extenderse a toda España,
donde es igualmente angustiosa la necesidad de restaurar el cumplimiento de la
ley y la igualdad de oportunidades–, entonces habremos encontrado a un culpable
y a una actitud, tan torpe y pertinaz, como para distinguir con claridad quién la propicia: Ciudadanos y su cerrazón. O lo que es lo mismo, Ciudadanos y
su talante engreído al creerse los más exquisitos. Sin serlo, claro está,
puesto que en Ciudadanos –lo mismo que en Vox o en cualquier otro partido– hay
gente “pató”.
Cierto es que siempre cabe la opción
de sospechar que C’s no acepta dialogar con la derecha patriótica de Vox –nada
de ultraderecha- porque lo que en realidad pretende Rivera es heredar a un PSOE
sobre el que podría darse la debacle electoral en las siguientes generales, de ahí que a menudo comente que está dispuesto a pactar con un socialismo sin Pedro Sánchez. ¡Lagarto, lagarto! Y por
eso da la sensación de que, como hace el ultramontano Manuel Valls en Barcelona,
Ciudadanos pretende crear una suerte de Amasijo –he estado a punto de escribir “Movimiento”– donde acoger a la flor y nata de los votantes izquierdistas, más los que ha ido engatusando aquí y allá. Pues
bien, llegado el momento, con su pan se lo coman, tanto Rivera como Valls, por supuesto.
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