Ayer, en el
Consejo de Seguridad de la ONU, se produjeron sendos vetos de Rusia y China a
la resolución aprobada por el resto de los miembros en contra del régimen
venezolano. No son de extrañar semejantes vetos, puesto que se trata de dos
países con gobiernos poco o nada democráticos que han ido a lo suyo respecto a
Venezuela, ya que el actual narcoestado de Maduro complace mucho más, a según
quien, a la hora de lograr objetivos económicos o políticos, como puedan ser
las concesiones petrolíferas y mineras (oro y diamantes) que las empresas
chinas y rusas han obtenido, así como la promesa de aceptar bases militares en
Venezuela. Luego en ambos casos, la ideología a la hora del veto en el Consejo
de Seguridad viene determinada por el alto nivel de codicia que poseen los
dirigentes de esos países y, por el contrario, el nulo aprecio a unos derechos
humanos que en Venezuela se incumplen hasta clamar al cielo:
China es una
férrea dictadura comunista que ha erigido numerosos templos al capitalismo,
pero a beneficio casi exclusivo de su clase dirigente o Comité Central (300
miembros) y que, como mucho, otorga algunos privilegios a una parte de esos 90
millones de afiliados al Partido Comunista Chino. Los dirigentes chinos, es
importante resaltarlo, mantienen al pueblo con fuertes restricciones a la
libertad de prensa, de culto, de asociación, de reunión, e incluso de acceso a
Internet. No, no es un país del que pueda decirse que sus habitantes vivan el
libertad.
Rusia tiene una
forma de gobierno cuyo sistema electoral podría calificarse de pucherazo
permanente, con varias capas de maquillaje democrático destinadas a darle
vistosidad al que siempre gana: Vladimir Putin, un verdadero superviviente, que
debe de ser más listo que el hambre y que pasó de agente de alto rango de la
KGB a vicealcalde de Leningrado, director del SFS (sucesor del KGB), primer ministro
encargado de la guerra contra Chechenia y, tras la dimisión de Yeltsin en 1999,
sucesor como presidente de la Federación Rusa. Y desde entonces no ha parado:
ora presidente, ora primer ministro (con Medvedev interpuesto como presidente),
ora presidente de nuevo tras un cambio en la constitución que le hacía elegible
indefinidamente. Putin es Rusia y viceversa. El mandamás ruso es, de paso, una
especie de Donald Trump pero en fino, en sinuoso, y evidentemente mucho más
imperialista que cualquier otro político de este mundo, de ahí lo de la base
militar en el Caribe.
En resumen: La
ONU ha demostrado por enésima vez que no sirve para nada útil, sobre todo a la
hora de la defensa de los derechos humanos. Con una Unión Europea que no le va
a la zaga en burocracia y nulidad respecto a los conflictos externos.
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