Hay varias cuestiones que no pueden quedar al margen de la crítica cotidiana, una de ellas es la aberrante situación política que se da en Cataluña, donde manda solo para sus seguidores (gobernar es algo muy distinto) un sujeto tan racista como fanático, Quim Torra, que no cesa de practicar cuantas fechorías favorecen lo mismo de siempre: Un proceso separatista fuera de la ley, sustentado por menos de la mitad de la población catalana.
Las dos últimas vilezas del citado déspota, según cuenta OK diario, han consistido en: 1) Nombrar jefe de su gabinete a Joan Ramon Casals, alcalde de Molins de Rei (Barcelona) y afín al fugado Puigdemont por formar parte del ala más radical del PDeCAT. Casals es partidario de "cerrar las fronteras con España" para que, argumenta, "ellos sufran y nosotros nos beneficiemos". ¡Se puede se más canalla! ¡Se puede odiar más sin amar lo propio, puesto que están hundiendo Cataluña!
2) La asignación de 40 plazas de funcionarios como inspectores de enseñanza a las mismas personas que han ido colocando a dedo durante los años del "procés", colocación en la que, sin duda, tuvieron que demostrar previamente que poseían la ideología adecuada para favorecer el adoctrinamiento separatista, como así ha venido sucediendo. De ahí que, como premio, ahora les consoliden la plaza al nombrarlos funcionarios de carrera. ¡Menuda iniquidad de carrera!
Lo descrito en el párrafo anterior demuestra que el régimen catalán, al crear puestos clave en los que coloca a sus fieles, robustece día a día una trayectoria independentista que es imposible que acabe bien, sin que a la larga logre evitarse el baño de sangre o guerra civil entre los propios catalanes, que es lo que parece que busca el régimen golpista. A menos, por supuesto, que el traidor Pedro Sánchez pierda las elecciones a no tardar y se forme en España una coalición de gobierno que aplique de inmediato un 155 riguroso, de duración indefinida, mediante el cual se acabe por implantar la democracia en Cataluña, donde nunca la han conocido.
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