Entendería que el jefe de Ciudadanos,
un tal Rivera, ignorara con desprecio la existencia de Vox, aun cuando es un
partido esencialmente patriota que en su proyecto no incluye nada que una
reforma democrática de las leyes no pueda solucionar. Pero lo que no digiero es
que Rivera, en vísperas del nuevo Gobierno andaluz, lleve varios días insultando a la gente de Vox y además lo haga con esa animosidad destinada
a los enemigos más dañinos. Está claro que Rivera olvida que Vox será imprescindible para aprobar
las nuevas leyes que regeneren la Comunidad andaluza. De modo que podría llegar a
darse el caso de que no se aprobaran ciertas leyes -por simple abstención de
Vox– que las consejerías de Ciudadanos presentaran.
Con semejante proceder, Rivera se
está adentrado de lleno en la torpeza de cederle el centro político al Partido
Popular, una formación en la actualidad bien dirigida por Pablo Casado, con no
poco sentido práctico de la realidad, que no ha dudado en negociar y firmar un
compromiso bastante razonable con Vox. Porque si de realidad hablamos, está
claro que Rivera no es capaz de distinguirla, sobre todo cuando desde El Eliseo insisten en señalarle lo que
debe hacer. De modo que ha decidido algo así como aceptar los votos de Vox, a
la par que a todas horas los llama poco menos que fascistas.
Y uno se pregunta: ¿Será consciente
Rivera de que su torpeza puede hacerle mucho daño a Ciudadanos en las
siguientes elecciones? Cuanto más si se considera que hoy abundan las personas indignadas que ya no soportan la actitud de ciertos partidos
políticos, como Ciudadanos, que coquetean a menudo con la izquierda, incluso
radical, mientras denigran a Vox, única formación capaz de enfrentarse
abiertamente a los golpistas: el gran peligro para la integridad de nuestra
patria.
A partir de la defensa que he
practicado de Ciudadanos, demostrada desde su fundación en 2006 y a lo largo de
más de 30 artículos en Batiburrillo, me permito hacerle una sugerencia a Albert Rivera, en el supuesto de que España
le interese algo más que el poder personal: Reúne a tus asesores más sinceros y
pregúntales si de verdad creen que la ingratitud que ahora practicáis hacia Vox
puede reportaros algo bueno. Porque si la respuesta es “sí, a Vox se le debe marginar y describir de la peor forma posible”, entonces
llegaré a la conclusión de que vuestro partido tiene muy mal arreglo.
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