Aparte de los
golpistas, los filoetarras y los podemitas –todos ellos gente sórdida–, si hay
un sujeto en la política española que merezca la repulsa más absoluta, la que
conlleva un desprecio intenso por el que le darías un buen portazo en las
narices, éste no es otro que Pedro Sánchez. Sirva de ejemplo de lo antedicho,
para que así se aprecie bien la caradura del sujeto, el hecho de que haya sido
capaz de presentarse en el Parlamento Europeo –casi vacío puesto que su opinión
no interesaba a nadie– y suelte un ladrillo de discurso sobre la
globalización y en contra de los extremismos de la derecha en España.
Esteban González
Pons, eurodiputado del Partido Popular, le ha replicado con no poca reciedumbre
y le ha cantado las verdades del barquero, que son esas opiniones que se
expresan a alguien sin atenuar nada de lo que pueda molestarle. Claro que
Sánchez, mientras fingía que tomaba notas, le ha dado al botón de “poner cara en modo
hipocresía”, ha subido a tope el reostato para que a la expresión de su jeta se
añadiera la desfachatez alevosa, y así, tras las valiosas verdades de González
Pons, en el hemiciclo pudo percibirse un especie de zumbido que correspondía a
las puñeteras orejas del socialista Sánchez: Lo de Pons le entraba por una
oreja y le salía por la otra.
De ahí que
Sánchez, incapaz de advertir los valores que todo buen gobernante debe apreciar, no percibiera más que unos cuantos
carteles amarillos de sus socios golpistas, único detalle que en verdad le
preocupa para seguir mandando y viajando, o al revés. No en balde ha programado
ya otros 30 viajes de Estado al extranjero en 2019, sin contar su asistencia a
seis cumbres europeas.
Eso sí, el
extraordinario discurso de Pons, y me felicito por ello, superó de inmediato el
ámbito del Parlamento europeo y recorrió las redacciones y las redes sociales.
Me gustaría conocer cuántos socialistas anti sanchistas –que los hay a patadas–
se han juramentado a partir de la réplica de Pons (entre otras evidencias desagradables
para el socialista que sí lo es de buena fe), para no votar al inmundo político
que por desgracia les representa. Pregunta obligada: ¿Habrá alguna vez un
secretario general del PSOE que no despierte tanta indignación ni parezca tan
traidor a España?
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