El instinto defraudador de los podemitas

Por si fuese poco la ubicación ilegal del casoplón del “Coletas” –razón más que suficiente para no confiar en un pardillo los intereses de España, al ser incapaz de comprobar la situación registral–, ahora nos sale Echenique, mas conocido como “Echeminga”, con una sentencia judicial que ratifica la denuncia de Hacienda y se le condena por defraudador al contratar en negro a una asistenta. ¿Dimitirá según los estatutos de Podemos? Me sorprendería bastante.

La clave del comportamiento de toda esta grey podemita es el instinto acreditado que no pocos de ellos poseen para el delito, o, en el mejor de los casos, para el antojo partidista. En la política, si a los bajos instintos se le une cierto mando en alguna institución, el resultado es imposible que se distancie del atropello y con frecuencia se acerque a la corruptela. Unas acciones irregulares, las podemitas, que hasta hoy no han determinado el número de condenas obligadas al encontrarnos en España, he ahí lo alarmante, con un número escandaloso de jueces a los que les mola el “todo vale”. ¿Error ideológico o terror judicial al atentado?

El bajo instinto que todos poseemos se atenúa lo suficiente cuando el sujeto posee una conciencia moral que, al decir del clásico, lleva a juzgarse a sí mismo, le contiene y le hace evitar el delito. Si bien, la experiencia nos dice que la conciencia moral suele ser un don casi inédito entre los partidarios del comunismo, una ideología que si hubiera sido compatible con la moralidad no hubiera provocado más de 100 millones de asesinatos en un siglo y el doble de expatriados, perseguidos y torturados. Y Podemos es puro comunismo.

En Podemos, incluso antes de llegar al cargo público, muchos de ellos ya demostraron el tipo de conciencia que poseían: Evito dar unos datos de todos sabidos o fáciles de averiguar, ya que no hay más que teclear en Google el nombre de cualquier capitoste podemita y comprobar en los resultados el alto número de conflictos o malversaciones al que va asociado. De donde se deduce, hablando de instinto, que si uno es un demócrata convencido, por instinto debe huir de Podemos como de la peste bubónica.