En la edad
contemporánea, con el uso generalizado de los explosivos, el principal
terrorismo ha seguido en manos de las tiranías, denominadas primero
absolutistas, luego fascistas o marxistas y finalmente nacionalistas. Porque el
terrorismo ideológico, junto a los explosivos, hace mucho que se encuentra en
manos de esas mentes radicales que han pretendido subvertir la democracia de
los estados. Se trata de lo que pudiéramos definir como tiranía ideológica o
terrorismo de las ideas. Un concepto totalitario que comienza a manifestarse
con mayor virulencia en cuanto sus seguidores alcanzan alguna cuota de poder. Lo estamos viendo ahora, en 2015, con la llegada de las franquicias de Podemos a los ayuntamientos.
De hecho, la
intimidación política de la sociedad o de una parte de ella es, sin duda
alguna, una forma de terrorismo no catalogada aún como tal, pero sí con muchos
merecimientos para serlo en el futuro. No sólo debe ser considerado terrorista
el que mata a bombazo limpio o induce a ello, también adquieren la categoría de
servidores del terror quienes ponen todo su empeño en plasmar unas ideas liberticidas y revanchistas. El espantajo político que representa el
nacionalismo, aun cuando acostumbra a disfrazarse con los ropajes de la
democracia, posee como características principales el deseo de maniatar al
pueblo de su territorio y el de chantajear a quien ejerza la presidencia del Gobierno de España. He aquí un ejemplo
claro de chantaje, lo define una simple frase: “Lo primero que debe aparecer en la
agenda es la aprobación del Estatuto de Cataluña”.
Los habitantes
de cualquier pueblo de este mundo, incluso dentro del territorio que se
considere más patriótico, acabarán por considerarse distintos, ocupados
militarmente por otra nación, expoliados y necesitados de libertad si son
sometidos durante 30 o 35 años a la lluvia sistemática de la vehemencia
nacionalista. Naturalmente, la libertad soñada sólo podrá dársela el nacionalismo,
que casualmente es la ideología que ha creado la
necesidad de librarse de un supuesto enemigo. Pensemos en un caso hipotético
(nada deseable) de los muchos que podrían plantearse: Si escogiésemos a la
ciudad de Vic en Cataluña, considerada por Jordi Pujol como la capital de la
Cataluña catalana, y le aplicáramos a la población un tratamiento similar al que
se le ha venido dando a los ciudadanos en Cataluña, pero resaltando como valor único el de la ciudad de Vic, entonces no hay la menor duda
de que la mayoría de los habitantes de Vic acabaría reaccionando en contra cualquier asunto que oliese a catalán. No cuesta demasiado imaginar a la
ciudad de Vic sometida durante 30 años o más a:
1. Inmersión
lingüística en todo el ámbito educativo, por ejemplo en ausetano (dialecto
ibérico válido en cuanto lo conociese un centenar de personas y surgiera un
Pompeu que marcase las normas), con unas pocas horas a la semana de idioma
catalán; eso sí, impartidas a desgana e igualmente en ausetano. Nada de hablar
otra cosa en los colegios que no sea ausetano, incluso en el recreo. Ausetano exclusivamente a
cualquiera que se le dirija a uno en la calle y te pregunte en catalán, porque
no olvidemos que la enseñanza de esta última lengua, la catalana, no es más que
un paripé para evitar que la Generalitat recupere las competencias en
educación cedidas a la corporación de Vic. Además, ¿a quién le interesa el catalán si en Vic sólo se habla
desde hace un puñado de siglos, lo entiende el 100% de la población y puedes
llegar a comunicarte con varios millones de personas en toda Cataluña?
2. Marginación
descarada para cualquier cargo público, especialmente los de índole política,
de todo aquel ciudadano, nacido o no en Vic y su plana, que no domine el
ausetano hablado y escrito a la perfección, sin asomo de acento catalán, no
vaya a ser que alguien crea que el catalán también es una lengua propia de Vic
y pasemos por la afrenta de que se piense una barbaridad semejante.
3. Difusión de
una historiografía propia, muy alejada de la catalana, con la que no se
comparten más que rivalidades y desencuentros y se oculta cualquier gesta en
común. En los manuales de enseñanza se hablará reiteradamente de Vic como de un
asentamiento ausetano que originó el primer núcleo de población, el cual llegó
a ser un gran estado independiente durante varios siglos y posteriormente fue
ocupado a sangre y fuego por los catalanes, que prohibieron el idioma ausetano
y desde entonces no cesan de maltratarlos.
4. Medios de
comunicación oficiales exclusivamente en ausetano, los cuales, como norma
rigurosa, deben difamar todo lo catalán, ridiculizándolo sin piedad alguna, e
inculcar la idea de expolio por parte de Cataluña, puesto que en la nación de
Vic se tiene un tremendo desequilibrio fiscal como consecuencia de los muchos
impuestos que se pagan a partir de las exportaciones de embutidos y pizzas
refrigeradas, y la escasa contraprestación que la centralista Barcelona ofrece
en obras públicas y servicios. De ahí que la gente de Vic, en lugar de ser
riquísima, sólo pueda ser muy rica aun cuando los embutidos los paguen los
consumidores catalanes.
5. Como
consecuencia de todo lo anterior, el Consistorio de la nación de Vic ha
decidido que elaborará su propia carta municipal, puesto que hay una amplia
mayoría de concejales que así lo desea, y la remitirá al presidente de
Cataluña, quien ya ha asegurado que aceptará la carta (también llamada
Constitución de la nación de Ausona) tal y como surja de dicho Consistorio.
¿Hay alguien que
crea que no es posible la operación Vic y otras 50 similares en cualquier
estado moderno cuyo gobierno desista de sus responsabilidades durante más de 30 años, como ocurrió en España a partir de 1977 y viene sucediendo desde entonces? Bien, pues aquí, en
nuestra patria, son ya 17 las operaciones de terrorismo ideológico que hay en
marcha y dos o tres de ellas son las que ya se encuentran en estado de avanzada
putrefacción.
Se trata de un
terrorismo que no actúa a base de explosivos, pero que no deja de ser muy dañino para quien se halle en su cercanía. Son tantos los años en los que el nacionalismo lleva
inoculándole a la población el veneno del odio, la falsedad y la falta de
libertad, y tantos los chantajes planteados al Estado, cuyos gobiernos jamás
han tenido la decencia de dimitir y convocar nuevas elecciones, puesto que han preferido
claudicar frente a los nacionalistas, que estoy por pensar que el terrorismo
ideológico no le anda demasiado a la zaga en maldad y falta de escrúpulos al
terrorismo de las mochilas. Con un agravante, que el nacionalismo afecta a un
número muchísimo más elevado de personas y nadie puede garantizar que el
asunto, como sucedió en la antigua Yugoslavia, no acabe en un guerra civil que
origine miles de muertos y el empobrecimiento generalizado de toda España. Dios
no lo quiera y acabe por darnos a todos un poco de raciocinio, realmente lo
necesitamos.
Artículo revisado, insertado el 16 de julio de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
Muy interesante artículo; creo que es aplicable al contexto de un terrorismo ideológico y judicial, aplicado por quienes detentan el poder con la finalidad de saciarse a manos llenas, sin posibilidades de ser sujetos a control y deducción de responsabilidad. Nada de eso ha cambiado con el curso de los años, lo veo así claramente en la Guatemala de hoy. Saludos cordiales y gracias por publicar.
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