En
su condición de diputado de la Agrupación al Servicio de la República, el
liberal José Ortega y Gasset llegó a afirmar que el gran inconveniente para la
modernización de España era el nacionalismo. El filósofo se refería tanto al
nacionalismo catalán como al vasco y aseguraba que ambos constituían un
problema sin solución, por lo que no había otro remedio que convivir de la
mejor manera posible con esa lacra. La cita no es literal, pero sí el sentido
de lo que Ortega dijo a sus contemporáneos en el Parlamento. Unos meses más
tarde, desilusionado ante una Constitución tan horrorosamente sectaria como la que fue
aprobada en aquellas Cortes republicanas, Ortega y Gasset dimitió como
diputado.
Han transcurrido más de 80 años y las palabras de Ortega
mantienen toda su vigencia. Cualquiera diría que han sido pronunciadas esta
misma mañana (mayo de 2005), dirigidas a Rodríguez Zapatero y asumidas de inmediato
por éste al venirle que ni pintadas para sus planes de entregarse con armas y
bagajes a los separatistas. De modo que en relación a los nacionalismos todo
sigue igual que en la época de Ortega, o peor, puesto que ahora contamos con el
agravante de que el Gobierno no parece ser demasiado consciente del enorme
problema.
Si
durante la Segunda República apenas se les dio cancha a los del PNV,
arrinconándolos primero la izquierda que presidió Azaña (por derechistas,
burgueses y clericales) y luego el centro-derecha de Lerroux (en este caso por
separatistas), no ocurrió lo mismo con la Esquerra Republicana de Catalunya,
que entonces, igual que ahora, se hizo necesaria para la permanencia del
Gobierno y, sobre todo, para sus planes de ruptura con el régimen anterior.
Hasta tal extremo fue así, que Companys formó parte del citado Gobierno como
ministro de Marina. Por otra parte, el Estatuto catalán fue prácticamente el
único que llegó a entrar en vigor al ser condición insoslayable para que la
Esquerra se sumase a la nueva Constitución.
En
nuestros días (año 2005), Carod-Rovira no es ministro de Marina ni nada que se
parezca (probablemente porque no quiere), pero no hay duda de que es quien
lleva la batuta en las decisiones del gobierno de la Generalitat catalana y
también (no olvidemos que él mismo la enseñó) quien tiene la llave del gobierno
que preside ZP. De donde se deduce una vez más que, incluso históricamente, toda
inestabilidad política en España al margen de las guerras dinásticas ha
procedido del nacionalismo catalán, fuente de la que a su vez bebió el racista Sabino
Arana.
A
diferencia de lo que creía Ortega, por más que la situación actual le dé la
razón, estoy convencido de que el nacionalismo tiene marcada ya su
fecha de caducidad para abandonar la hegemonía en sus respectivos territorios. Una fecha borrosa, por el momento, pero que cada día percibiremos
con mayor nitidez a medida que gente como Ibarretxe, Maragall o Carod ejerzan
el gobierno con aparatosa ineptitud en sus comunidades, y muy especialmente cuando se advierta que no dejan de chantajear al gobierno de la Nación
española.
Opino
de semejante modo, y acepto de antemano que pueda estar dando la impresión de
ser un iluso, porque el nacionalismo no había gobernado hasta ahora durante el
tiempo suficiente como para llegar a desilusionar a su pueblo. ¿Quién nos había
de decir, hace menos de cinco años, que el partido de Pujol caería a pesar de
ejercer el control más absoluto de los resortes del poder en Cataluña? Pues lo
mismo le pasará al PSC y por supuesto a ERC, que también caerán acometidos por
el desengaño de sus votantes. No sé lo que llegará después, pero de entrada en
Cataluña hay en marcha una agrupación de ciudadanos (1) que están más que hartos de
tanto nacionalismo. Igualmente, en el seno del PSC comienzan a surgir voces
airadas de protesta ante lo que cada día es menos socialismo y más
nacionalismo. Lástima que en el PSC acabe siempre por imponerse un dirigente sin las ideas claras y bastante propenso a secundar lo diferencial.
(1) Primera cita en Batiburrillo a favor del hoy importante partido Ciudadanos dirigido por Albert Rivera. Adviértase que la cita es del 29 de mayo de 2005
¿Será
cuestión de otros 25 años? Es posible, e incluso es posible que en alguna
comunidad alcance los 50. Pero ¿qué es eso en la historia de una nación
milenaria como España? Lo que sí es evidente es que el nacionalismo, tras su
ejercicio del poder, está demostrando ser una fruta podrida que además corrompe
cuanto tiene próximo. Lo más probable, porque no hay ningún pueblo que viva
permanentemente en estado de idiotez, es que la podredumbre acabe por ser
rechazada, convertida en testimonial y destinada al pataleo de unos pocos. He
ahí la clave, por tanto, de lo que Ortega posiblemente no tuvo demasiado en
cuenta a la hora de declarar irresoluble el problema de los nacionalismos: El
desgaste del poder y la profunda huella, en negativo, que deja entre los
ciudadanos.
Artículo revisado, insertado el 29 de mayo de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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