A
través de Criterio, una de las bitácoras más tenaces y consecuentes de
Red Liberal
en lo que se refiere a la denuncia del nacionalismo secesionista, ese cáncer que todo lo
corroe, me entero de
lo que podría ser considerada una auténtica llamada a la sublevación popular,
algo que no dejaría de ser un golpe de Estado de cariz revolucionario en el caso
de que el agitador de turno contase con el respaldo que cree que posee. Miquel
Sellarés, ese tipejo corrupto que tuvo que salir del actual gobierno de la
Generalidad —en el que había entrado a propuesta de ERC— al ser el responsable
del escandaloso Informe sobre
medios de comunicación social —y que anteriormente había sido
despedido de las filas del pujolismo, según nos contó
en su día Arcadi Espada—, ahora tiene la temeridad de pedir una revuelta a las
bases soberanistas del nacionalismo catalán.
Sus palabras exactas, las del golpista Sellarès, han sido estas:
“Una revuelta debe ser posible para evitar que a las generaciones actuales les
pase lo mismo que a otras que claudicamos por miedo a la Brunete de verdad y
por culpa del supuesto seny de nuestros dirigentes”. Concluye el
siniestro personaje sin especificar a fondo cómo debe ser la revuelta, pero
dejando entrever que todo debe comenzar por echar a unos políticos que no son
de su agrado como consecuencia de la mucha “tibieza” —¡vivir para ver!— que
practican: “Ha llegado la hora de decir basta [¿cómo?], pero también la de la
unidad y la de preparar el futuro [¿de qué forma debe hacerse] para que la
clase política no tenga nunca más el protagonismo exagerado que hoy tiene en
nuestra sociedad. Hace falta que vuelva el protagonismo también a la sociedad
civil, a los sectores populares [está claro que pide una revolución popular], y
si hay, y existe, a una burguesía nacional que debería decir algo. Estamos
pues, ante un gran reto, si nos acobardamos no nos quejemos después de
veinticinco o treinta años más de expolio y humillación nacional”.
Indignación
y desengaño, a juicio del insidioso Sellarès, sería la motivación extendida entre
las bases soberanistas para justificar el proceso revolucionario. Las razones:
otros supuestos 25 o 30 años más de “expolio
y humillación nacional”. Es decir, este fulano corrupto, conspirador,
antidemócrata y fanático hasta la saciedad, cuyo único mérito consiste en que
Pujol, antes de destituirlo a propuesta de Alavedra, dijo de él que era un
patriota (catalán, se entiende), se permite la osadía de hacer un llamamiento a
la subversión y para ello se ampara en dos circunstancias a cual más falsa: Nadie,
repito, nadie está expoliando a Cataluña, si acaso al contrario y desde hace muchas
décadas, y la única humillación que se produce en esa región española, que sí
sería motivo más que suficiente para una, sino revuelta, al menos protesta
generalizada, es la que sufren los castellanohablantes frente a la gran
inmoralidad del actual gobierno catalán en materia lingüística, lo mismo que el anterior.
No
sé dónde vamos a llegar con la actual situación política. Al nacionalismo todo
se le consiente y nada le basta. Allá donde gobierna, ni se cumple la ley ni es
posible la convivencia, salvo que uno viva resignadamente y con la cabeza
agachada. El ejemplo Sellarès, un tipo insatisfecho ante lo que muchos
entendemos como un estatuto que conculca gravemente la legalidad vigente y que
además privilegia con
descaro a Cataluña en perjuicio de otras comunidades, da que pensar
que Zapatero, con su bajada de pantalones, no ha hecho más que comprar un poco
de tiempo. Porque los nacionalistas, incapaces de refrenar su maldita codicia,
volverán pronto a la carga de la mano de gentuza como Sellarès, quien no deja
de ser el soberanista típico que contamina a un pueblo ya de por sí
predispuesto al victimismo que Pujol, el doctrinario Pujol, fue inculcándole
con saña.
Sobre
la avaricia, el clásico alude a que: “Quien busca lo no perdido, lo que tiene
debe perder”. Bien, pues es exactamente eso lo que el nacionalismo catalán
merecería encontrarse: Perder los privilegios que ahora posee, entre otras
razones para que no le resulte gratis quebrantar la Ley como lo está haciendo.
Y que cada uno entienda lo que le parezca sobre a qué me refiero con perder
privilegios. Lo cierto es que si hay alguno que pide revueltas de carácter
soberanista (subterfugio de revolución separatista), lo más racional es que otros, por
respeto a la ley que se pretende quebrantar, pidamos algún método para
combatirla antes de que se inicie. No, no es posible seguir por esta vía de
la traición permanente y la siembra de odio. ¡No puede acabar bien tanta
inestabilidad política! Alguna vez deberá llegar a su fin algo que con gran
doblez se ha disfrazado de España plural, cuando no es más que la tiranía de
los nacionalismos y el todo me vale, con tal de seguir, de un fulano
irresponsable llamado Rodríguez.
Artículo
revisado, insertado el 29 de enero de 2006 en Batiburrillo de Red Liberal
PD: Que yo
conozca, el gobierno de España no procedió judicialmente en su día contra el
delincuente Sellarés, como no ha procedido en infinidad de casos similares a lo
largo de las últimas décadas, con diversos gobiernos. No es de extrañar, pues, que ante las elecciones del 27
de septiembre de 2015 el separatismo esté tan confiado en que alcanzará la
independencia de Cataluña y la da por hecha. Esa independencia no se va a producir, desde luego,
pero si existe un riesgo cierto de que ante la enorme frustración que se genere asome la violencia. Y eso es consecuencia
de una deriva estúpida y desleal que debería haberse frenado hace bastante tiempo.
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