Cada
vez que leo noticias referidas al País Vasco, Cataluña o Galicia, —y
esta última comunidad también las ha generado en el tema educativo incluso bajo
el gobierno de Fraga—, no puedo evitar preguntarme: ¿Es ésta de ahora (año 2005) la España
que quiere la mayoría de los españoles? ¿Deseamos una España inmoral,
arbitraria, acoquinada y frívola; donde los valores de rectitud, orden y
decencia, cuando se exigen, no valen sino para que a uno le llamen facha o
franquista? Al parecer sí, de lo contrario no se habría elegido a Zapatero,
junto a muchos socialistas residuales del felipismo corrupto y criminoso, ni
los partidos nacionalistas contarían con tal fuerza política y capacidad
delictiva, al tiempo que impunidad. Por otra parte, no da la impresión de que
el presidente Rodríguez pierda peso entre sus seguidores y según se deduce
sigue favorito en las encuestas. Luego debo asumir que mi caso no tiene remedio
y que soy un anticuado al pretender el cumplimiento de las leyes y el respeto
de la Constitución, Ley de leyes de la que comienzo por declarar que ya no me
gusta al considerarla la causa de todos estos males.
Ahora
bien, visto el sálvese quien pueda de la actual política española, no tengo
reparo en afirmar que la España mayoritariamente frivolona y complaciente con
el infractor no me interesa en absoluto, prefiero que se rompa en mil pedazos y
que comience a unirse a partir de cero, unidad que probablemente y a la larga
nadie podrá evitar porque es una pasión que se encuentra reflejada en su
Historia y favorece su geografía, una península-isla. Mientras no llega una
unidad basada en el sentido común y en la igualdad ante la ley, que
desgraciadamente no veré, si al final de este “revolutum” orgiástico actual
cada territorio va a montárselo como le dé la gana, llegado el momento trataré
de refugiarme en una comarca donde impere la sensatez. Si es que la encuentro,
porque la estupidez y la sinrazón que tolera este gobierno socialista son
“cualidades” de lo más contagiosas. Y me temo, como pasó ya en la etapa
cantonal, que habrá pueblos de menos de 10.000 habitantes que se declararán
naciones e incluirán en su Constitución y en la letra de su himno el odio
eterno y el deseo de guerra hacia la comarca vecina. Eso sí, entretanto nos
despezamos los estúpidos, comarca a comarca, surgirán triunfantes la gran
Euskal Herría y el gran estado mediterráneo de Els Països Catalans, únicos
territorios donde determinados gobiernos fuertes, que no estimables ni leales
al pueblo, impondrán férreamente la unidad étnico-lingüística.
O
pasará lo que se prevé, camino llevamos, o el PSOE deberá intentar echar lo
antes posible al placentero e inconsciente ZP, en lugar de blindarlo como
algunos proponen. Los socialistas, a mi modesto y anticuado entender, necesitan
angustiosamente una refundación y un nuevo líder que acuerde las razones de
Estado con el principal partido de la Oposición, ésas que la razón aconseja
pactar, y que ambas formaciones luego cumplan el pacto como si la vida les
fuese en ello. Como apunta el clásico: “La ley molesta a dos personas, al
encargado de obedecerla y al encargado de hacerla cumplir. Los dos resisten.
Uno, porque la ley le impide hacer su gusto o su negocio; el otro, porque
prefiere vivir cómodo”. ¿Se referirá acaso al comodón Zapatero?
Artículo
revisado, insertado el 3 de septiembre de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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